Maximiliano Loria
Profesor del Departamento de Humanidades de la Universidad Católica San Pablo
Vivimos en una cultura estructurada en torno a los bienes útiles, donde impera una racionalidad de carácter eminentemente instrumental. Con el auxilio de las nuevas tecnologías –piénsese en el uso masivo de la inteligencia artificial– llegamos a ser cada vez más eficaces descifrando los medios adecuados para alcanzar distintos propósitos que, en la mayoría de los casos, nos son impuestos por el mercado.
Una consecuencia directa de esta realidad se expresa en la instrucción que, ordinariamente, se imparte en la mayoría de las universidades contemporáneas. La universidad actual encarna, según filósofos como Alasdair MacIntyre, el paradigma de una institución liberal. Cada disciplina se enseña de forma autónoma. Así, para destacar en una rama del conocimiento resulta imprescindible no “perder el tiempo” en otros estudios. En efecto, lograr la integración del saber se ha convertido en una aspiración irrelevante.
El diagnóstico precedente nos invita a reflexionar sobre los fines que otorgan sentido a nuestras prácticas cotidianas. Evidentemente, las humanidades tienen aquí un rol insustituible. Ellas nos invitan a reposar la mirada sobre lo necesario en un contexto atravesado por las demandas de lo urgente; los estudios humanísticos nos cuestionan sobre la importancia de volver a lo esencial.
Movidos por esta conciencia, en el Departamento de Humanidades de la Universidad Católica San Pablo estamos convencidos de que la formación humanística en Posgrado es imprescindible para todos los profesionales que se animen a construir una comunidad en la que las personas no sean consideradas como simples recursos. Recordando las enseñanzas de Kant, aspiramos a una sociedad donde podamos tratar a los demás siempre, y al mismo tiempo, como un fin. En contra de la mentalidad dominante, las humanidades nos ayudan a recordar que los hombres tenemos dignidad y no precio.
Byung-Chul Han afirma que, en la actualidad, las personas están sometidas a un régimen de la información que solo produce dispersión interior, pero es incapaz de engendrar conocimiento auténtico.
Frente al predominio inabarcable de los datos, las humanidades no son una fuente de información, ellas fundamentalmente nos forman; es decir, nos capacitan en la práctica de las virtudes del entendimiento y el carácter. No solo despiertan nuestra conciencia, también nos fortalecen para la lucha. En un escenario donde reinan las ideologías, el apostolado de la verdad no se alcanza sin confrontación política.
Los estudios humanísticos nos permiten profundizar en la comprensión de los principios religiosos, metafísicos, antropológicos y morales que forjaron nuestra cultura, al tiempo que nos brindan las disposiciones prudenciales necesarias para establecer diversos puentes entre dichos fundamentos y las exigencias concretas que emanan de una sociedad cada vez más compleja y plural.
En este contexto, la Maestría en Humanidades ofrecida por la UCSP los invita al estudio de aquellos pensadores –teólogos, filósofos, hombres de letras e historiadores– que forjaron el esplendor de la cultura clásica y de la cristiandad.
Junto a los destacados docentes internacionales que llevan adelante nuestro programa, les propongo pensar más allá de los estrechos horizontes que nos impone una vida enteramente dedicada a la diversión y al consumo: ¿cómo florecer si olvidamos los cimientos de nuestra civilización? ¿Cómo dar frutos si renunciamos a cultivar aquel mismo legado destinado, precisamente, a cultivarnos?
En el presente, no nos faltan oportunidades para olvidarnos del Ser y centrarnos en el tener o en el aparecer. Cuando eso nos sucede, resulta imprescindible recuperar el fundamento. Hemos de ser levadura en la masa y no podemos darnos el lujo de tornarnos insípidos.
Para que esto no nos suceda, les propongo aferrarnos a las humanidades y los invito a ser parte de la nueva versión de nuestra maestría, que comenzará el próximo mes de octubre. Los principios aportados por las disciplinas humanísticas están llamados a ser el alma de todo aquello que emprendamos.
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