Reflexiones en torno a la figura del maestro

Jorge Pacheco Tejada
Educador – Director del Dpto. de Educación de la UCSP

Nuccio Ordine, profesor de la Universidad de Calabria, advierte que hay una corriente de pensamiento que pone a la educación virtual como el gran salto de la educación hacia una enseñanza telemática, como una forma sustantivamente mejor, una didáctica del futuro que significará el gran salto educativo. Coincido con él cuando expresa que la didáctica digital apoya, pero no sustituye la riqueza de la labor presencial del maestro.

Siento incomodidad cuando no se  reconoce al maestro. A lo largo de mi experiencia he madurado la convicción de que el contacto con los alumnos en el aula da verdadero sentido a la enseñanza e incluso a la propia vida del docente. No imagino que una pantalla pueda sustituir la vida y alegría de las aulas.

Mirar a los ojos a los estudiantes brinda toda una riqueza comunicativa y desarrolla en nosotros los maestros una capacidad muy valiosa de descubrir a través de esa mirada su mundo interior. Expresiones de aprobación, de rechazo, de duda, de temor, alegría, ilusión o desilusión, de entusiasmo o aburrimiento. El maestro va aprendiendo con el tiempo a reconocerlos.

Los estudiantes son seres humanos que necesitan de los profesores para dialogar, interactuar y conocerse. En esa experiencia vital podemos influir positivamente en ellos para desarrollar su creatividad, espíritu crítico, libertad, compromiso ciudadano y naturaleza trascendente. La escuela y la universidad deben formar futuros ciudadanos para ejercer su profesión con una fuerte convicción ética y un profundo sentido de la solidaridad y del bien común. En esa comprensión recién podemos entender la auténtica figura del maestro. Ninguna plataforma digital, puede sustituir a los buenos profesores.

¿Por qué la relación maestro–alumno es fundamental en la educación? Porque la relación que se produce es una relación empática – afectiva. Los niños y jóvenes por su edad se relacionan a través de  fuertes vínculos afectivos. Es más, una buena relación maestro-alumno permite mejores aprendizajes; en cambio, una mala relación despierta sentimientos de rechazo, de odio, de resentimiento.

Una condición fundamental del maestro es su compromiso con la formación humana. Formar es influir en la manera de ser y actuar de los alumnos, y es un proceso que involucra tanto la razón como la sensibilidad, los valores, la moralidad y la ética propia. Ello le exige al profesor un proyecto de vida consecuente con los principios que orientan su labor educativa; que sea capaz de revelar a los estudiantes la manera cómo el conocimiento embellece la existencia; contagiarles de actitudes de respeto hacia sí mismos y en su relación con los otros. El docente debe ser una persona organizada, segura, y bien documentada que use apropiadamente las técnicas, recursos y métodos de comunicación para hacer más atractiva y eficiente la transmisión de sus mensajes.

Hoy necesitamos una educación que nos permita descubrir, valorar y enrumbar la vida. Los maestros estamos llamados a promover una educación que supere la crisis humanitaria y que profundice en el respeto y forja de adecuadas relaciones  humanas. Grande es nuestra tarea, pero sí estamos preparados. 

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