Carlos Timaná Kure
Director del Centro de Gobierno de la Universidad Católica San Pablo
Se trata de una de las demócratas más valientes que ha tenido Sudamérica en los últimos años, su liderazgo ha hecho que contra viento y marea se celebren elecciones en Venezuela el próximo 28 de julio. Esta es la oportunidad más clara que tienen los venezolanos de sacar al chavismo, tras 25 años de gobierno ininterrumpido.
A pesar de que Nicolás Maduro había llegado a acuerdos con la oposición el año pasado para celebrar unas elecciones más o menos libres, bajo el auspicio del gobierno de EE.UU. —a cambio de levantar la prohibición de compra de petróleo venezolano—, el mismo Maduro deshizo lo acordado, al dejar por fuera de la cédula electoral a quien había ganado las primarias de la oposición, es decir, a Machado.
Pero a pesar de todas las tretas, esto no amilanó a la líder de la oposición, como ella misma lo ha indicado, su primera victoria fue sacarle a Maduro la convocatoria a elecciones, la segunda fue mantener una oposición unida pese a la tacha impuesta a su candidatura y la tercera encontrar un candidato con un perfil que fuera admitido por el chavismo, como el de Edmundo González, exdiplomático de Hugo Chávez. Aunque, posteriormente se alejaría de su régimen, este político representa un perfil negociador que posibilitará una transición de llegar al gobierno.
Si bien los chavistas no quieren perder sus privilegios, llegan bastante desunidos a estas elecciones y eso puede poner a pensar a Maduro, ya que la traición de Tareck El Aissami, su excanciller y exministro de Energía, fue un campanazo de alerta para no terminar como Sadam Hussein o Gadafi. En este contexto, se entiende el diálogo que volvió a abrir con EE.UU., que le habría propuesto dejar el poder por una vejez tranquila en Turquía. Amanecerá y veremos.