Manejo de las emociones: “hasta donde hayamos llegado, sigamos adelante”

Brian Cahuata Hernández
Psicólogo – UCSP

“Y si”, “hubiese”, estas dos expresiones, probablemente, las repetimos en muchas ocasiones en nuestro día a día. “Y si fallo en el examen”, “si no me toman en cuenta”, “si hubiese estudiado más”, “si no hubiese salido ese día”. 

Es curioso el poder que estas palabras tienen en nuestra vida pues al repetirlas, se refuerza el hábito de vivir pendientes del pasado o del futuro, lo que genera una desconexión del presente que nos lleva a tener emociones y conductas no saludables o alteraciones en nuestro día a día.

La vida viene acompañada de diferentes estados de ánimo, ya que las circunstancias son cambiantes y las exigencias son reales. Por ejemplo, la pandemia, y la incertidumbre que esta trae, es real, no podemos escapar de esta situación, sino que necesitamos aceptar la realidad y buscar formas creativas de adaptarnos a ella y afrontarla. Caso contrario, crearemos un problema mayor sobre una difícil situación.

Lo mismo puede suceder cuando hablamos de la convivencia familiar, la cual tiene diferentes matices. Muchas veces creemos que los demás deberían actuar o pensar como a nosotros nos gustaría, lo cual genera más conflictos (internos y externos) pues olvidamos que no todas las personas responden de la misma forma frente a las experiencias de la vida.

Es importante entender que la adversidad, la tristeza y las preocupaciones, son experiencias que todas las personas vamos a enfrentar. La preocupación respecto al futuro es una reacción natural que tenemos las personas, incluso nos ayuda a prepararnos para afrontar las tareas pendientes y desafíos futuros.

Para enfrentar esta incertidumbre respecto a lo venidero, es posible desarrollar comportamientos saludables como elaborar una lista de prioridades, distribuir adecuadamente el tiempo, concentrarnos en una actividad a la vez, entre otros.

La tristeza o frustración, pueden ser causadas por la ausencia de aquello que consideramos bueno o útil. Esta ausencia, despierta sentimientos encontrados en cada uno de nosotros, pero que pueden ser saludables, sin embargo, si no los enfrentamos de forma adecuada nos pueden llevar a no juzgar la realidad de una forma adaptativa y realista, por el contrario, podemos responder alejándonos o expresando nuestros pensamientos con alternativas inadecuadas.

Es importante saber que un estado pasajero de tristeza y que puede ser considerado como una reacción normal e incluso saludable ante un acontecimiento negativo, no es lo mismo que la depresión.

Obviamente, a nadie le gusta sufrir, por ello, muchas veces buscamos evitar las situaciones que nos causan dolor e incluso, ignorar los sentimientos de tristeza y preocupación. Esto se da cuando pensamos que deberíamos saber todo, cómo reaccionar frente a cualquier adversidad o que el error no debería ser parte de nuestras vidas, lo que nos vuelve infelices y nos lleva a una sensación de impotencia continua.

Pero evadir no es un comportamiento saludable, sino que es necesario aprender a manejar estas emociones por medio del análisis profundo para no juzgar las cosas superficialmente o buscar consejo y consuelo de un familiar o un buen amigo.

Esto es clave, pues el compartir nuestras emociones y pensamientos, permite que podamos recibir apoyo o simplemente sabernos escuchados, despertando la verdad de que no estamos solos, sino comprendidos.

Para lograrlo es importante salir de nosotros mismos, de nuestros complejos o falsas ideas en relación a lo que debería ser. El darle un sentido mayor a la adversidad es un camino complejo, pero de mayor beneficio, opuesto al de quedarse en el agujero reforzando la idea de que nada vale la pena. Al salir al encuentro de los demás, nos damos cuenta que dos piensan mejor que uno, y que toda pena es más llevadera si estamos acompañados.

Tratemos de ser más justos, primero con nosotros mismos y así lo seremos con otros. Esto nos puede llevar a ser más comprensivos y con esto, ayudarnos y apoyar adecuadamente al que lo necesite desde nuestras propias posibilidades.

Como señala San Pablo en su carta a los Filipenses: 3,16, “hasta donde hayamos llegado, sigamos adelante”. Pensemos en todo el camino recorrido hasta el día de hoy y en cómo esta difícil situación nos ha llevado a muchas situaciones límites frente a las cuales hemos sabido adaptarnos para salir adelante. Valorar nuestro esfuerzo es valorar la adversidad, pensar en lo aprendido es saber que estamos madurando.

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