Las paradojas del ser de un docente

Jorge Aliaga Gutiérrez
Docente del Departamento de Educación de la Universidad Católica San Pablo

Para entender qué es ser docente, debemos alejarnos de la idea de que es un mero transmisor de conocimiento. Los docentes son, sobre todas las cosas, guías morales y modelos a seguir para sus estudiantes y la comunidad en sí.

Por ello, el maestro es responsable no sólo de guiar el intelecto, sino también el carácter y la ética de quienes le fueron encomendados, influenciando en sus vidas y la de sus apoderados.

Analizar la carrera docente dentro del contexto socioeducativo peruano, nos conduce al reconocimiento de una realidad plagada de retos que deben superarse, para poder responder a estándares sociales cada vez más complejos. Estándares que al mismo tiempo han causado que se pierda el verdadero sentido de la educación, ya que la misma sociedad se ha vuelto caótica, distorsionando la búsqueda de la verdad y reduciéndola a un proceso de acopio de información.

Por eso, resulta necesario que la imagen del maestro vuelva a ser la de aquella persona que ofrece sabiduría y orientación a aquellos que lo rodean, que repercute en un proceso de formación que ofrece un conocimiento amplio y adecuado, orientado al bien de los demás.

Replantear nuestra mirada en estos términos, permite recobrar una percepción adecuada que debe tener la sociedad sobre quién educa y cómo lo hace, ya que aplicar una pedagogía verdadera es crear bases sólidas en la formación de individuos y en la construcción de un entorno justo y virtuoso, que al parecer es una necesidad que debe ser resuelta en nuestros tiempos.

Hoy en día, existen desafíos educativos que abarcan desde la falta de recursos hasta la ausencia de habilidades para hacer un adecuado uso de estos recursos. A pesar de esto, los maestros del país siguen incólumes en su dedicación y compromiso con sus estudiantes y la comunidad, actuando como base del progreso y la equidad, y brindando su invaluable contribución al futuro de la nación.

Por ello, es indispensable seguir comprometidos en mejorar las instancias de reconocimiento de la educación, como un verdadero derecho que pueda ser accesible y de calidad para todos. Reconocer esto, no es otra cosa que valorar verdaderamente la dignidad de la persona, que se constituye como la principal causa que ha existido desde el inicio de la humanidad.

Es necesario entonces seguir valorando con los pensamientos y actos positivos, el esfuerzo de los profesionales educativos.

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