La familia sí importa

Rodolfo J. Castro Salinas
Director del Instituto para el Matrimonio y la Familia

La familia no ha pasado de moda ni mucho menos se trata de una reliquia, por el contrario está más vigente que nunca. Se trata de una institución de carácter natural; necesaria para la vida, el adecuado desarrollo de la personalidad de cada ser humano que conforma esta institución y fundamental para el crecimiento de la sociedad.

La familia se cimenta sobre el matrimonio, sin este no habría estabilidad para los niños y la continuidad de la civilización se vería seriamente afectada. El matrimonio es la institución más antigua y básica de toda estructura social, es anterior al Estado.

La historia de tantas civilizaciones nos muestra los enormes beneficios de la familia natural como un escenario donde todos ganan: la pareja, los hijos, el estado, la economía, etc. El pasado nos pareciera que sigue enseñando que allí donde los vínculos son fuertes, la nación se vuelve fuerte y los problemas sociales se reducen considerablemente.

Las bondades de la relación monógama estable y permanente entre un hombre y una mujer son innumerables: incrementa la esperanza de vida de hombres y mujeres, reduce la posibilidad en mujeres de ser víctima de crímenes y violencia, reduce costos de asistencia social, favorece el incremento en la tasa de natalidad, etc.

La sociedad necesita adultos consecuentes con sus opciones y compromisos; hombres y mujeres necesitan constituir vínculos permanentes que puedan garantizar su unión en el tiempo. La estructura familiar que genera mayor bienestar para la sociedad es la conformada por matrimonios estables; y los hijos necesitan vivir y ser educados por ambos progenitores.

Los resultados de la investigación realizada por Bradford Wilcox confirman esta tesis; y los estudios realizados por Child Trends, organización dedicada a investigaciones sobre bienestar infantil en EE. UU., fueron similares.

Hoy se habla mucho de nuevas formas de familias y se pretende —bajo el paraguas de la defensa de los derechos de las minorías— la no discriminación, la tolerancia y, además, ampliar el concepto. La manera más efectiva de extinguir una realidad es dilatarla o banalizarla, haciéndola que abrace cosas diferentes y hasta contradictorias; esto ocurre si se equipara a las parejas del mismo sexo con el matrimonio entre un hombre y una mujer.

Los actuales debates en tantos parlamentos son tan solo el reflejo de esta realidad. El matrimonio y la familia sí importan, y en el Perú esto es así: el 93 % de los peruanos cree que los niños deben crecer con su padre y su madre; el 80 % afirma que el matrimonio es una institución vigente, muy relevante y que no ha pasado de moda, y el 80 % considera que se debe invertir más en la familia.

Las nuevas tendencias demográficas vienen generando cambios en la institución familiar; este fenómeno ha inspirado numerosas investigaciones socio-económicas. Sería errado concluir que la familia es la solución o la medicina para todos los males sociales, pero igual de equivocado sería restarle la importancia que le corresponde. La sociedad debe comprender la relevancia de la familia y ello, a su vez, debe plasmarse en una política pública que la fortalezca y la promueva.

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