El egoísmo, un virus todavía peor

Jorge Pacheco Tejada
Educador – Director del Dpto. de Educación de la UCSP

La palabra virus tiene hoy una connotación muy clara. Es algo que no se ve, que es real y que puede ser tan dañino al punto de causar la muerte. 

Lo anterior podemos decirlo del coronavirus pero también de otros vicios muy presentes en la sociedad y que, lamentablemente, nos atacan el espíritu al punto de aniquilarlo. Uno de ellos es el egoísmo.

Esta pandemia está causando muchas muertes y aún no terminamos de vislumbrar las consecuencias económicas y sociales que vendrán por delante. Por eso, hoy que hablamos de fases de recuperación económica, conviene protegerse de otro peligro: olvidar al que terminó más afectado, al que perdió a seres queridos, al que quedó sin recursos económicos, al que no supo superar los desequilibrios emocionales que le trajo el aislamiento y al que manejó mal sus tensiones familiares al punto de sentir destruido el vínculo familiar. El Papa Francisco lo ha dicho muy bien: “el riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí”. 

Ojalá que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Ojalá aprendamos que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren, que todos somos frágiles, pero también todos somos iguales y valiosos. 

Cito otra vez a Francisco: “es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad”.

Hay un dato que es difícil de demostrar en cifras pero que es real: muchas de las víctimas de esta pandemia han muerto no solo por el virus sino por la indiferencia y el egoísmo de nuestra sociedad que durante muchos años no atendió la salud humana, por la falta de responsabilidad social para evitar exposiciones innecesarias al contagio.

Por ello, qué poco sentido humano encontramos en quienes aprovechando el dolor y la necesidad, no han dudado en lucrar, robar, engañar. ¡Cuánta indolencia, cuánta falta de misericordia, cuánta falta de sentido de comunidad!

Aprendamos a ponernos en los zapatos de los demás, de la gente que sufre indigencia, carencias, necesidades de todo tipo. Seamos misericordiosos con el que es más débil.

“Aprovechemos –dice el Papa– esta prueba como una oportunidad para preparar el mañana de todos, sin descartar a ninguno: de todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro”.

Todos coincidimos en señalar que después de esta pandemia el mundo será distinto y mejor. Hoy, al cabo de más de cien días de confinamiento seguramente hemos tenido la oportunidad de pensar y repensar las cosas. Y si algo debemos cambiar es dejar atrás nuestra actitud egoísta. Sólo así reconstruiremos un mundo nuevo. 

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