Educar el optimismo

Jorge Pacheco Tejada
Educador – Director del Dpto. de Educación UCSP

Frente a una realidad como la peruana, que se manifiesta en actitudes teñidas de ambición, maledicencia, engaño, desconfianza y corrupción, debemos trabajar con insistencia en la educación y la reconstrucción de la confianza sobre la base de la verdad y el bien.

Queda claro que tenemos la tarea de humanizar a nuestros alumnos y ayudarlos a que interpreten de manera adecuada lo que ocurre.

Se impone la necesidad de brindar una educación de calidad, con una visión diferente del mundo y del hombre. Una educación que oriente en libertad y con ética la convivencia democrática en esta era del conocimiento.

A la luz de los acontecimientos políticos dolorosos que atravesamos, a puertas de celebrar el Bicentenario, la educación debe enfrentarse a nuevas perspectivas.

Una de ellas es garantizar que la escuela, de manera presencial o a distancia, sea lugar de acogida y de aprendizaje efectivo. Las palabras clave en la educación moderna son: inclusión, calidad y valores

Paran lograr este cometido, la competencia, el profesionalismo y la dedicación que se exige a los profesores hace que recaiga en ellos una ardua responsabilidad. Sería muy peligroso transmitir a las nuevas generaciones sensaciones de desconfianza y pesimismo. Sería doloroso que piensen que esto no lo arregla nadie y que estamos yendo inevitablemente al abismo.

Tengamos la convicción de que sí podemos construir salidas confiables y seguras. Tenemos la obligación moral, en honor a la verdad, de encender esperanza en nuestros corazones. No estamos destinados a desaparecer ni a vivir en un mundo derrotado por el mal y la mentira. 

Ojalá  esta crisis política nos haga más humanos y que surja un pacto nuevo, una rama de olivo que sea la señal que puede hacerse realidad un mundo nuevo, “porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino un espíritu de fortaleza, de amor y de buen juicio” (San Pablo en carta a Timoteo 1,7).

Acompañemos con atención al desarrollo integral de nuestros niños y jóvenes en estas particulares circunstancias. Conversemos con ellos respecto a sus percepciones, sentimientos y frustraciones. Sintámonos responsables de su madurez afectiva y del  logro de competencias socio-emocionales. Ayudará mucho el buen trato, la calidez, la confianza, la transparencia y los argumentos sólidos y esperanzadores con que podamos orientarlos. Ayudémosles a construir una visión optimista de la vida. Es ardua la tarea de los maestros, pero reitero mi convicción de que la calidad del magisterio arequipeño es garantía de superar dificultades en este periodo de crisis. 

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