Cada vida cuenta: reflexiones sobre la seguridad con conciencia

Pierre Velarde Mamani
Docente del Departamento de Ingenierías de la Industria y el Ambiente

En los entornos laborales como la minería, la industria y la construcción, los riesgos están siempre presentes. No importa cuán moderno o tecnificado sea un sistema, o cuán rigurosa sea la normativa de seguridad y salud en el trabajo; el riesgo es parte de la realidad diaria. Desde las tareas más complejas hasta las más rutinarias, todas implican un nivel de exposición que requiere atención y conciencia. Incluso en nuestros propios hogares, al realizar actividades domésticas, estamos expuestos a peligros. Por eso, ser conscientes de los riesgos y actuar de forma preventiva no solo es una obligación legal, sino una responsabilidad personal y colectiva.

El pasado 22 de abril, ocurrió un lamentable accidente en el campamento de Yanacancha de la minera Antamina, ubicado en la provincia de Huari, región Ancash, que dejó una persona muerta y otra herida. Se trata de una operación minera de clase mundial, con un entorno altamente controlado, protocolos exhaustivos y tecnología avanzada. Sin embargo, un solo error fue suficiente para desencadenar un evento trágico. Este hecho nos recuerda que ninguna medida técnica es infalible si no está acompañada de un compromiso humano profundo con la seguridad.

Lo que ocurrió no debe ser simplificado o juzgado de forma apresurada, en especial cuando la investigación sigue en curso. Emitir opiniones sin fundamentos es injusto y puede dañar a quienes ya están sufriendo.

En todo este episodio no debemos olvidar que detrás de cada máquina y cada operación hay seres humanos. Uno de ellos es el operador del camión involucrado en el accidente. Es fácil centrarse solo en los hechos, pero cuesta más ver al hombre que iba al volante. Un trabajador sí, pero también una persona con familia, con una vida, con emociones. Alguien que probablemente necesita apoyo psicológico para afrontar lo sucedido.

Es por ello que resulta esencial que las empresas no solo se enfoquen en revisar sus controles técnicos, sino también en brindar acompañamiento emocional y profesional a quienes hayan estado, directa o indirectamente, involucrados en estos eventos; porque cuidar la salud mental también es parte de la seguridad integral.

Este caso nos deja muchas lecciones. Primero, debemos reforzar no solo nuestros procedimientos, sino nuestra empatía. Segundo, la cultura de seguridad no es solo cumplir con normas, sino vivirlas cada día, con compromiso y conciencia. Y tercero, ante cualquier tragedia, la respuesta más valiosa es actuar con responsabilidad, humanidad y disposición a mejorar. Que esta experiencia dolorosa sirva para que nunca más se repita algo similar; porque cada vida cuenta, cada trabajador importa y, al final, la seguridad comienza cuando entendemos que todos somos vulnerables, pero también capaces de cuidarnos unos a otros.

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