Liz Ferrer Rivera
Usando un bisturí y con extrema delicadeza, el artista José Salas Gil (47) raspa la imagen del Niño Jesús que descansa sobre su mesa de trabajo. Con ese fino procedimiento busca revelar el color original de la estatua, que tiene más de cien años de antigüedad. Sus propietarios le han confiado su restauración.
Sobre la misma mesa reposan varias de sus pinturas, la mayoría dedicadas a Cristo. Al lado, se puede observar también un álbum fotográfico que documenta las esculturas y lienzos en los que ha trabajado desde 2006.
José, tacneño de nacimiento, se dedica al arte sacro, una corriente artística que evoca en sus obras la espiritualidad y las divinidades religiosas.
José llegó al arte sacro cuando era niño. Aunque siempre mostró dotes para la pintura y creció en una familia católica, un viaje a Lima marcó un antes y un después en su vida. Asistió a una exposición de 30 imágenes de Cristo procedentes de distintos conventos de Lima y pertenecientes a la época colonial, que habían sido sometidos a tratamientos de restauración. Aquella experiencia conmovió su corazón y expandió su mente.
En el colegio jesuita donde estudió, su maestro de arte, Lucio Flores, influyó en él motivándolo a seguir por el camino de la pintura. Al acabar la secundaria, lo tenía decidido: estudiaría en la Escuela Superior de Formación Artística Francisco Lazo. Más tarde, continuó su formación realizando estudios de restauración en el Museo de los Descalzos en Lima.
EL DATO
En 2014, José Salas pintó una imagen del Señor de los Milagros para los niños de la Diócesis de Chiclayo. En ese entonces, el papa León XIV (Robert Francis Prevost) era obispo de dicha diócesis y se encargó de bendecir la imagen que hoy se encuentra en la catedral.

Restauración y pintura
Uno de los trabajos de restauración más emblemáticos que ha realizado José Salas fue el de la Virgen de las Peñas de Arica (Chile), en 2011. La labor se hizo en el mismo santuario, el cual recibe 50 mil visitantes durante la solemnidad.
Antes de empezar, llevó a cabo una evaluación, un diagnóstico, la revisión histórica de fotografías y calas o “ventanas” en la escultura. Estas consisten en pequeños raspados sobre la imagen para saber cuántos retoques ha recibido con el paso del tiempo.
La restauración se hizo en manos, rostro y las rosas del vestido de la Virgen. Esta imagen está empotrada en un altar de piedra, así que, durante una semana, José tuvo que trabajar en el santuario, en el altar, raspando la efigie con especial cuidado para hallar su color original.

“Descubrí que la Virgen era más trigueña en su color original, las chapitas de sus mejillas eran mucho más rojas y sus pestañas estaban delicadamente dibujadas en los párpados de abajo y no en los superiores. Esas pestañas habían sido dibujadas en un retoque pasado”, cuenta el artista.
Su trabajo como restaurador lo comparte con su pasión por el dibujo y la pintura de imágenes bíblicas, en especial, Cristo. Uno de los pedidos más comunes que recibe por encargo es la imagen del Señor de los Milagros. Él estima que ha pintado al Cristo Moreno por lo menos unas 200 veces.
Algunos de sus cuadros han viajado a Lima y otras regiones del Perú, pero otro grupo fue destinado a comunidades peruanas que radican en el extranjero. Uno de ellos está en la Basílica Hispanoamericana de la Merced, en Madrid (España).
Aunque la imagen siempre es la misma, los detalles hacen de cada cuadro una pieza única. Cada pedido puede ser distinto y toma entre un mes a tres semanas. Uno de los encargos que más recuerda es el de una obra de un metro de altura, destinada para una vivienda. La curiosidad le llevó a preguntar a dónde sería llevada.
“Me dijeron que el cuadro era para una persona en etapa terminal de cáncer. Quería ver la imagen en su habitación, cada día que le quedaba de vida. Esa respuesta me hizo reflexionar que cada pintura es también una historia de fe”, recuerda.

Fe y contemplación
Actualmente, José prepara una exposición de sus obras. Muestra con orgullo las que ha podido avanzar en el poco tiempo libre que le queda tras las labores de restauración y las pinturas a pedido. Uno de sus cuadros se llama Cristo después de la flagelación, y muestra a Jesús ensangrentado, después de los castigos sufridos.
Los ojos de Cristo parecen seguir a quien lo contempla. El artista usó la técnica de la tridimensionalidad en la mirada, es decir, sin importar desde qué lado se vea el cuadro, los ojos del personaje siempre parecen mirar al observador.
José sostiene que cada cuadro acerca al creyente a Dios. Habla de la contemplación, una forma en que las personas reavivan su fe. “Contemplar una imagen sacra motiva la oración en el feligrés. Cuando entro a la catedral y veo gente orando a los pies de algún cuadro que pinté, siento que esa es mi recompensa: acercar a la gente a Dios”, concluye.

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