Yimy Carpio Salazar
Profesor del Departamento de Arquitectura e Ingeniería de la Construcción de la Universidad Católica San Pablo
Arequipa no necesita que le cuenten lo que es un terremoto. Lo ha vivido. Lo hemos vivido. Aunque la ciencia aún no puede predecir con precisión cuándo sucederá el próximo gran sismo, sí sabemos algo: va a llegar. Y cuando ocurra, no podemos darnos el lujo de estar desprevenidos. Nos toca esperarlo, pero esperarlo preparados.
Ahí es donde entra en juego una tecnología que ya se utiliza con fuerza en países altamente sísmicos como Japón, Estados Unidos (en su costa Oeste), Taiwán, el sur de Italia, Chile, entre otros: el aislamiento sísmico.
Pero empecemos desde lo básico. ¿Qué es esto del aislamiento sísmico? Imaginemos que una casa o edificio pudiera “flotar” sobre su cimentación durante un terremoto. No literalmente, claro, pero sí de forma controlada. Eso es lo que hacen los dispositivos de aislamiento: desacoplan el movimiento del suelo y la estructura mediante elementos especiales, como almohadillas de caucho y plomo –conocidas como Lead Rubber Bearings (LRB)– o superficies deslizantes metálicas de muy baja fricción, que permiten que el edificio se mueva suavemente sin absorber toda la energía del sismo.
No hablo solo desde la teoría, sino desde la experiencia, dado que he podido ejecutar proyectos que incorporan esta tecnología. Hace algún tiempo, en una investigación, analicé el comportamiento de un edificio de cinco pisos en Arequipa, reforzado de dos formas distintas. Primero, con el método tradicional, que consiste en incrementar la sección de las columnas y vigas. Segundo, incorporando un sistema de aislamiento sísmico desde la base. ¿El resultado? El edificio con aislamiento redujo de manera notable las aceleraciones y deformaciones, pero lo más importante es que también protegió el contenido y no solo la estructura. Todo lo que estaba dentro –como computadoras y mobiliario– permaneció mejor resguardado.
La norma E.030, que regula el diseño sismorresistente de todas las edificaciones en el país, ya reconoce el aislamiento sísmico como una solución técnica válida. Sin embargo, solo lo exige de manera obligatoria para un grupo muy específico de edificaciones: las de categoría A1, como los hospitales del segundo y tercer nivel, públicos o privados, y únicamente si están ubicados en regiones sísmicas 3 o 4. Estas corresponden a las áreas con mayor demanda sísmica, debido a su cercanía con la zona de subducción, donde se origina la gran mayoría de los eventos sísmicos en nuestra región.
¿Y por qué solo en estos casos? Porque son estructuras que no pueden fallar ni quedar inoperativas después de un terremoto. No basta con que no colapsen: tienen que seguir funcionando. Que un hospital continúe atendiendo es un imperativo para garantizar una respuesta efectiva del Estado ante una emergencia. Esa capacidad de seguir operando tras un evento sísmico es lo que se conoce como funcionalidad postsismo, y constituye una condición clave para la infraestructura crítica.
En ese sentido, lo ideal sería que el uso del aislamiento sísmico se masifique progresivamente, no solo como una exigencia puntual de la norma, sino como una alternativa estructural accesible, eficiente y diversificada.
Esta tecnología ya es una realidad en la ciudad de Arequipa, lo que demuestra que el aislamiento sísmico no es solo teoría. Uno de los más representativos es el nuevo edificio de la Universidad Católica San Pablo (UCSP), que se convirtió en el primer edificio académico de la ciudad diseñado con aislamiento sísmico desde la etapa de proyecto.
No se trató de una adaptación posterior ni de un reforzamiento improvisado, sino de una decisión estructural tomada desde el inicio, incorporando esta tecnología como parte del diseño integral. Usa 15 aisladores tipo LRB y 5 deslizadores. El edificio no solo está preparado para sismos severos, sino que podrá seguir operativo después de uno, sin daños estructurales ni pérdidas económicas significativas.
Es verdad que la tecnología de aislamiento sísmico es costosa, pero al incluir en el análisis los daños evitados, el tiempo que el edificio puede seguir funcionando sin interrupciones y las menores necesidades de reparación después de un sismo, la inversión se recupera rápidamente. Eso sin contar lo más importante: las vidas humanas que se protegen.
Pero, ¿esta metodología podría ser aplicable al aislamiento sísmico de viviendas pequeñas? Aquí entra uno de los proyectos más esperanzadores que impulsamos en la UCSP: el desarrollo de un sistema de aislamiento sísmico de bajo costo, diseñado para viviendas de uno o dos pisos.
¿Cómo funciona? En lugar de usar aisladores importados, se emplean esferas de acero que ruedan sobre bases cóncavas de concreto armado, permitiendo que la casa se desplace suavemente durante un sismo. Es una solución simple, reproducible y, sobre todo, económica: cada aislador puede fabricarse por unos S/ 500 frente a los altos costos comerciales, debido a la baja demanda y a la parcialización en los proveedores.
Arequipa ya ha dado los primeros pasos. Tenemos tecnología desarrollada localmente, edificios con sistemas de aislamiento en operación, y soluciones accesibles para las viviendas más vulnerables. Lo que falta ahora es decisión: que más instituciones, empresas y familias apuesten por estas tecnologías que no solo previenen daños, sino que salvan vidas y protegen inversiones.
La protección sísmica no puede seguir siendo vista como un lujo, debe ser un derecho urbano y estructural. Y en eso, la ingeniería tiene mucho que decir… y Arequipa, mucho que ganar.











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