Venezuela, la salud peruana y Neymar

Al cierre de esta nota el pase de Neymar al PSG, de Francia, había sido tasado en más de 120 millones de euros.

Javier Gutiérrez Fernández–Cuervo

En la actualidad podemos, con un solo clic, enterarnos de lo que sucede en el orbe entero, y quizás eso nos abre la mente, pero también debería abrirnos el espíritu: mientras aquí se celebra Fiestas Patrias, a menos de 2 000 kilómetros de distancia, en una nación hermana se combate con diplomacia, y sin ella, por los derechos más básicos. ¿No debería eso movernos a la reflexión?

Y mientras que más de cien venezolanos mueren ahí, el posible fichaje del brasileño Neymar por el PSG revoluciona el mundo del fútbol y llena las portadas de los diarios en todos los idiomas. ¿No debería eso también movernos a la reflexión?

Mucho dinero

El mundo del fútbol mueve más dinero que el que podemos imaginar. Las cifras pueden llegar a ser más que impactantes irrisorias y, dependiendo de la sensibilidad de cada uno, ciertamente hasta insultantes.

En el Perú contamos anualmente con S/ 1 740 millones para todo el presupuesto del sector salud. Ese es todo el dinero que tiene el Estado para velar por la salud de todos los peruanos durante todo este año. En cambio, si nos vamos a la Premier League de Inglaterra (país que atraviesa una crisis política a raíz del brexit), ¡nos encontramos con que en menos de un mes los equipos ingleses han desembolsado 900 millones de euros en fichajes! Eso es, al cambio de hoy, casi tres mil millones y medio de soles, ¡el doble de la cantidad de dinero que el Perú tiene para salud!

Si hablamos del mencionado Neymar, su solo fichaje por el PSG podría alcanzar los 222 millones de euros, que son 850 millones de soles. ¿Es que un fichaje vale realmente lo mismo que más de la mitad de la salud de todo nuestro país?

Opiniones

Al respecto, muchas figuras del fútbol se han pronunciado. El entrenador de Manchester City, Josep Guardiola, por ejemplo, dice que “le gustaría gastar menos, pero es el mercado el que manda”; y el defensa del Real Madrid, Sergio Ramos, asegura que “cada uno paga lo que quiere y lo que puede”.

La sobriedad en medio de las cifras de escándalo la ha puesto Uli Hoeness. El presidente del Bayern München, refiriéndose a la desenfrenada ‘compra de jugadores’ ha afirmado que “no participará de esa locura”.

Porque realmente es una locura, adecuada a partir de supuestos negados. Según Guardiola, todo se debe al mercado, como si la oferta y la demanda fueran las que realmente marcan los precios. Pues resulta que la tesis del entrenador español es anticuada.

¿Mercado?

Ya el famoso economista canadiense John Kenneth Galbraith aclaró que “el control de los precios es necesario para la planificación”; es decir que eso de que el mercado manda es algo así como afirmar que la bicicleta se mueve por inercia y no porque el ciclista pedalee.

Seguir sosteniendo lo contrario sería, citando al economista peruano Dante Urbina en su libro Economía para herejes, “desinformatitis crónica”. El mercado no manda, mandan los equipos que inflan los precios sabiendo que van a recibir lo que pidan.

Por otro lado, según el futbolista Sergio Ramos, si uno tiene el dinero y quiere gastarlo, ¿qué hay de malo? Evidentemente esta es la tesis más básica del liberalismo económico, pero es igualmente errada y, si no, que se lo pregunten a los que todavía no se levantan de la crisis mundial provocada por la burbuja inmobiliaria del 2008, donde los activos tóxicos se vendían como triple A para que los que pudieran comprar, quisieran hacerlo.

Hay una diferencia entre lo que se puede y se quiere y lo que está bien; entre lo legal y lo moral; entre lo que se puede y quiere gastar y lo que es moral gastar.

Es como salir del supermercado lleno de bolsas, encontrarse con la mano vacía de un mendigo y pasar de largo. No es que “cada uno paga lo que quiere y lo que puede”, sino que al contacto con el que no puede surge —o debería surgir— una cierta urgencia de responsabilidad por él. Si no, lo que queda es la indiferencia, que es lo que
aquí criticamos.

Conclusión

Estamos en un mundo globalizado donde al despertarnos nos enteramos de las crisis más crudas y los éxitos más celebrados alrededor del orbe. El argumento al desconocimiento ha quedado atrás. Hoy, si alguien no se entera del sufrimiento es simplemente por indiferencia.

Si el Principito encontró la diferencia entre todas las rosas y su rosa, entre todos los zorros y su zorro, entre todas las estrellas y su estrella, y descubrió la responsabilidad que surge del ‘ser parte de’, hoy no podemos favorecer el deporte que se presenta como ese macronegocio que, en la opulencia de quienes no miran al costado, gasta los millones que allá hacia donde no quiere mirar podrían salvar vidas humanas.

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