Solo dos de cada cuatro peruanos votarían si el sufragio fuese voluntario

Geraldine Canasas Gutiérrez

El pasado lunes 23 de mayo, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), conjuntamente con Ipsos Perú y el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), presentaron el “Perfil Electoral Peruano 2016”. Un total de 16 ítems conforman esta investigación, donde se analizan temas como el nivel de interés en política que tienen los peruanos, la identificación partidaria, los criterios a tomar en cuenta a la hora de elegir, razones por las que no votar y otros temas.

En la encuesta destaca el siguiente indicador: “De cada cuatro electores, dos irían definitivamente a votar y uno probablemente lo haría si el voto fuese voluntario”. Traducido a cifras, el estudio asegura que el 48% sufragaría si el voto fuese voluntario. En la sierra sur la cifra se reduce el 33%, lo que representa el porcentaje más bajo a nivel nacional.

Más allá de las posiciones a favor o en contra, a razón de esta nueva evidencia, es válido preguntarse si nuestro país y su electorado están preparados para dejar la obligatoriedad del voto.

Participación política

Para el Director del Centro de Gobierno de la Universidad Católica San Pablo, Carlos Timaná Kure, el voto voluntario representa un tema complicado debido a que “nuestro sistema electoral no está preparado para tener autoridades políticas con tan baja legitimidad, lo que haría menos democrático cualquier proceso debido al bajo nivel de participación política de los ciudadanos”.

“En Perú no podría darse un voto voluntario porque hay un desconocimiento total de cómo funciona el Estado. ¿Quiénes no irían a votar? La gente de menos recursos o los que carecen de educación, que son justamente las personas a las que queremos incorporar a la vida política, de no hacerlo la opinión de estas personas quedaría en el vacío”, manifestó.

Por otro lado, comentó que de instaurarse un voto voluntario, los partidos tendrían una tarea maratónica para convencer a los votantes, ya que muchos no gozan de credibilidad. “Lamentablemente los partidos políticos han perdido seriedad, se han convertido más bien en empresas electorales, que lejos de invocar el bien común, buscan beneficios personales, con esa consigna, sumándole el escándalo que hay siempre de por medio, la gente no tiene ganas de votar”, aseguró el especialista.

El sur peruano

Tomando en cuenta que sólo el 33% de electores de la sierra sur sí iría a votar voluntariamente, Timaná Kure indicó: “el Sur siempre ha sido un rompecabezas difícil de entender y ese comportamiento se ve claramente reflejado en el estudio del Jurado; lo que pasa con el sur es que siempre es el menos beneficiado antes y después de las elecciones presidenciales”.

En tal sentido, el caso de Arequipa resulta emblemático. “Aquí la presencia del Estado no asusta y como la gente siente que este no los protege, simplemente hace caso omiso y no vota”, sentenció. El politólogo consideró, sin embargo, que más allá de reflexionar en torno a la obligatoriedad del voto, las elecciones traen a colación un tema de fondo.

“Lo que en general el país necesita, es gente que le interese la labor pública y no tenga miedo de tener una vida austera, que le guste trabajar por el bien de sus pares y que no busque enriquecerse una vez que asuma el poder. La idea de servicio a través de la política ha perdido todo valor, por eso la gente prefiere dejar de hacer (votar) antes de elegir al mismo mal menor de siempre”, remarcó.


Un elector con nada a su favor

El último estudio del JNE revela también la desidia que presenta el elector peruano por empaparse sobre políticas públicas.

“Los debates, que deberían ser fuente de conocimiento, se han convertido en escenario de intrigas. Bajo ese esquema, el elector tiene poco o nada a su favor. ¿Se puede emitir un voto voluntario de esa forma? En este contexto, el voto obligatorio sería la única forma democrática en que se fomentaría participación ciudadana”, argumentó Timaná.

Por último, el politólogo habló sobre el rol del elector en los procesos electorales: “El problema es que el elector no es protagonista sino víctima de un sistema enfermo. Si hubiese un adecuado sistema de valores cívicos, los ciudadanos entenderían el valor de votar, probablemente así se podría cambiar poco a poco la dinámica y concepto de política en el país”.

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