“No hemos procesado el impacto del terrorismo en nuestra historia”

Abimael Guzmán lideró una maquinaria terrorista destinada a tomar el poder a través de las armas. Unas 35 000 personas fueron asesinadas o desaparecidas.

Sala de prensa – UCSP

En casos como el de Maritza Garrido Lecca, los terroristas son liberados porque han cumplido su condena, según lo establece la legislación peruana. No obstante, la reacción que se ha visto a nivel social y en los medios de comunicación es una muestra de que aún no se han sanado las heridas ni se ha procesado adecuadamente el impacto del terrorismo en el Perú, por lo que hay miedo de que vuelva a ocurrir.

Así, organizaciones como el Movadef (Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales) aprovechan el desconcierto que genera la incapacidad de procesar el pasado para captar nuevamente gente que no tiene una clara comprensión de lo que ocurrió en décadas pasadas y no duda en unirse a esta opción facilista y terrible del marxismo.

“El problema fundamental es que muchos peruanos aún no han internalizado la idea de que el conflicto ya ha terminado, puesto que no hay una visión oficial y consensuada del conflicto terrorista. Es decir, no ha habido un proceso interno de sanación”, indicó César Belan Alvarado, investigador del Centro de Estudios Peruanos y del Departamento de Teología, Filosofía y Humanidades de la Universidad Católica San Pablo.

La ideología

Esta situación se produce debido a que los medios institucionales, como la Comisión de la Verdad y Reconciliación, han generado más polémica y han incrementado así el dolor, en lugar de ayudar a pasar ese proceso de luto.

“De hecho, la creación del mito del Presidente Gonzalo ha hecho que no se aluda a la perspectiva ideológica de base de Abimael Guzmán Reynoso, que es el marxismo fundamentalista. Así, no se ha evidenciado el problema fundamental del terrorismo, que ha sido una expresión de la violencia marxista”, explicó Belan Alvarado.

Al usar términos como ‘guerra interna’, se le concede el derecho a un sector que no lo tiene para que, de una manera rastrera y vil, se enfrente a la sociedad. Por mantener alguna prédica política, intelectual o ideológica se ha generado una versión del conflicto poco o casi nada equilibrada y que muestra una igualdad de condiciones entre policías mutilados en el ejercicio de su función y terroristas que efectuaban actos sin legitimidad.

“La manera de procesar el terrorismo no ha sido una cuestión nacional ni estatal ni pública. No ha habido ningún esfuerzo común, sino que ha sido un proceso más bien personal o familiar, en el mejor de los casos”, recalcó el investigador.

No hay una visión estandarizada y clara de la época del terrorismo porque aún es un tema en debate ideológico, y por eso no se ha escrito nada oficialmente; lo que se quiso escribir no ha sido aceptado y no va a ser aceptado porque no hay consenso en cuestiones sobre cómo surgió, cómo afrontarlo y cómo evitarlo.

Debate necesario

Y en este contexto, poner en acción dichas ideas radicales o esa visión equivocada de la realidad puede llevar otra vez a esta escalada terrible de violencia. Es cuestión de tiempo, salvo que la sociedad peruana se preste a discutir sobre ello.

“Lo que se debe hacer es iniciar una labor con la sociedad civil. Frente a un Estado débil, comenzar a trabajar con comunidades naturales: sindicatos, iglesias, clubes de barrio, etc.”, remarcó el docente.

Se debe trabajar la historia, para que entre los miembros de estas comunidades se llegue a un acuerdo acerca de la visión del terrorismo, porque cada uno ha vivido esta realidad de manera diferente. Ahí está la verdadera reconciliación.

“El Estado debe promover que la gente reflexione desde su realidad, desde su familia, desde su comunidad, y esto generará mejores resultados. Se tendría que hacer un trabajo en aula para que nos pongamos a reflexionar desde pequeños. La clave es dialogar y plantear la realidad de las cosas”, finalizó el especialista.

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