Ya no es un sueño ir al Mundial

Guillermo Fernández del Carpio
Escritor

Recuerdo bien la tarde de un domingo de 1985, cuando nuestra selección nacional de fútbol se enfrentó a Argentina en el estadio Monumental de River Plate. Era un partido decisivo: si Perú ganaba clasificaba a México 86. Tras ir perdiendo, le dimos vuelta al marcador y nos pusimos 2 a 1. Como casi siempre nos ocurre, en la última jugada Argentina logra empatarnos. Y, aunque pasamos al repechaje, no pudimos inscribirnos en la cita azteca.

De todos los partidos de nuestra selección que he visto desde niño, me quedo con ese. Un espléndido César Cueto, de magistral actuación, superando al mismo Maradona. El toque corto, también los pases largos, una defensa sólida con buenas salidas por los lados. Velásquez anotó el empate y Barbadillo el segundo gol. Ese domingo, como millones de peruanos, lloré y me emocioné. Desde entonces ha sido un sueño ir a un Mundial. Las selecciones posteriores fueron un fracaso.

Pero la historia ha cambiado, pues ya no es un sueño ir al Mundial. Perú ha recuperado su buen fútbol con ímpetu, coraje, disciplina, estrategia y entrega hasta el último minuto. Desde luego, ninguna selección juega bien todos sus partidos, pero la que vemos hoy gratamente nos sorprende. Ricardo Gareca ha sabido hacer un puño unido y un grupo humano lleno de ilusión.

El fútbol es un deporte que dice mucho de quiénes somos o de qué estamos hechos ante la adversidad. Es conceptuado injustamente como un juego de veintidós tontos que corren tras una pelota. El juicio podría ser el mismo para cualquier deporte.
El buen fútbol tiene como componentes el esfuerzo físico, la voluntad, la inteligencia, la solidaridad, la tristeza, la alegría, la emoción y otras cualidades que reflejan a la persona y a un equipo. Me atrevo a decir que este deporte expone, en parte, el estado emocional de un país.

Hoy, nuestra selección tiene nuevos talentos: un hábil Paolo Guerrero, capaz de desequilibrar a varios defensas; un audaz Miguel Trauco; un veloz André Carrillo; un valiente Alberto Rodríguez en la defensa; buenos armadores con perspectivas de gol como Paolo Hurtado, Christian Cueva y Yoshimar Yotún; y un sorprendente Edison Flores. La intuición me permite decir que esta generación de futbolistas nos hará rememorar las selecciones de los setenta y los ochenta. Ha dejado de ser un sueño el ir al Mundial; ha vuelto la ilusión.

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