Carlos Timaná Kure
Director del Centro de Gobierno de la Universidad Católica San Pablo
Donald Trump hizo el amago de imponer un arancel del 25 % a las importaciones de México y Canadá, para suspender esa orden en el último momento, tras lograr acuerdos con Claudia Sheinbaum y Justin Trudeau sobre narcotráfico y migración ilegal.
Como si fuera una señal inmediata de compromiso, la policía mexicana capturó a «Ricky», cabecilla del Cártel del Noreste, desatando una ola de violencia en Nuevo Laredo. El operativo marcó un giro en la política de «abrazos, no balazos» que dominó el sexenio de López Obrador y que Sheinbaum prometía continuar.
Mientras tanto, el “canciller” Marco Rubio logró una victoria diplomática para Washington: tras reunirse con el presidente de Panamá, José Mulino, este país decidió abandonar la Ruta de la Seda, el ambicioso programa de infraestructura global de China. Un golpe no solamente simbólico, sino estratégico en la pugna geopolítica entre ambos gigantes.
Luego, en el frente de la administración pública, Elon Musk avivó la controversia al denunciar el manejo que se le venía dando a los recursos de la agencia USAID, acusándola de financiar periodistas y causas progresistas en el extranjero. La denuncia sirvió de antesala para que Trump decida suspender sus proyectos y amenazar con el cierre total de la agencia, transfiriendo sus funciones al Departamento de Estado.
En solo dos semanas, el mundo ha sido testigo de lo que significa la doctrina de «América Primero» que, a todas luces, no es únicamente un eslogan, sino un programa en plena ejecución.
La gran pregunta es cómo se canalizarán los recursos para la lucha contra el narcotráfico, que son determinantes para países como Perú y Colombia, cuyas rentas ya demuestran que resultan también determinantes para las elecciones presidenciales.