¿Tendremos que esperar una tercera ola de COVID-19?

“Es posible que no controle todos los eventos que le suceden, pero puede decidir que no le reduzcan”.

Maya Angelou

 

Ramiro Rosado Santander
Médico Internista
Departamento de Ciencias de la Salud – UCSP

Desde diciembre de 2019, cuando identificaron los primeros casos de COVID-19 en la ciudad de Wuhan en China, no solo transcurrió tiempo, también vimos el crecimiento de la enfermedad, cómo se convirtió en pandemia y cómo nos afectó a todos de una u otra forma. ¿Qué podríamos esperar de su futuro comportamiento?

Es una pregunta difícil, se trata de un nuevo virus (SARS-CoV2) y solo podríamos compararlo con el comportamiento de pandemias pasadas. Por su magnitud, por ejemplo, con la pandemia del virus de la Influenza, llamada Gripe española y donde se reportaron los primeros casos en 1917 hasta 1920, posteriormente tuvo dos olas y dejó de 20 a 50 millones de fallecidos a nivel mundial.

Esta pandemia desapareció, pero el virus no, la influenza está presente en nuestro entorno y sigue afectándonos. Dos olas y aproximadamente tres años de pandemia; quizás no ocurrirá lo mismo con el SARS-CoV2 pues son virus diferentes y tiempos distintos, hoy hay mayores probabilidades de propagación por un movimiento poblacional activo, pero también contamos con mejores recursos técnicos para contener la diseminación y mitigar el impacto de la enfermedad.

En algunos lugares de Europa, hablaron sobre la tercera ola de COVID-19, las nuevas variantes del virus, así como el relajamiento de las medidas de contención y que son factores asociados; hubo sectores de la población que abandonaron los elementos clave de protección, como el uso de mascarilla, el distanciamiento físico, el lavado de manos y la oportunidad de ser vacunados, y volvieron a medidas más restrictivas, cuyo beneficio puede ser discutible.

Esta experiencia no puede ser dejada de lado por países como el nuestro, en el que se observa un gran impacto de la enfermedad; desconocemos cuándo podría llegar una tercera ola, pero de ser el caso, la vacunación masiva disminuiría los daños ocasionados por la enfermedad, tendríamos menos cuadros severos, necesidades de hospitalización y cuidados críticos.

Toda estrategia que favorezca la llegada de la vacunación a la población, debe ser aplaudida, como también la responsabilidad individual de ser vacunados y a pesar de ello, no abandonar los elementos clave de protección, dado que aún es posible contagiarse. Recordemos que el COVID-19 está entre nosotros, esperando un descuido para generar malestar.

En conclusión, es difícil precisar el número de olas que serán parte del comportamiento de la enfermedad, lo cierto es que el COVID-19 ya es parte de nuestra vida y afectó a nuestra sociedad; la intensidad con que lo haga y continué haciéndolo, dependerá de nosotros y de la capacidad de organizarnos. Esto se verá reflejado en políticas de Estado eficientes. La vida puede y debe continuar, solo dependerá de nosotros.

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