Soñando despiertos ante la hora de la verdad

Por: César Félix Sánchez Martínez
Filósofo

Se acerca la hora de la verdad para el fujimorismo. La ocasión en que se verá si son un partido con un programa y una visión del Perú o un conjunto de individuos unidos nada más que por razones menores (como podría ser la captura del poder) y por un vago pasado autoritario, del que incluso en ocasiones reniegan. Perdónenme la ingenuidad, pero yo todavía guardo esperanzas de que no sea así.

Si Fuerza Popular es un partido con un programa y que, por tanto, lucha porque su programa pueda ser puesto en práctica, ¿cuál sería el problema en participar en un gobierno que, aunque no sea el suyo, pueda trabajar en pos de los objetivos que, supuestamente, defendió este partido en la campaña?

En síntesis, el programa de gobierno y las intenciones políticas manifestadas por Keiko Fujimori en esta campaña estaban orientados hacia lo que podríamos denominar un «Pacto con el Perú», imperiosamente necesario en estas circunstancias actuales de erosión del Estado. Por este pacto, el Estado se comprometía a –más allá de abstracciones progre– escuchar a aquellas fuerzas sociales y populares que, como consecuencia de la hipertrofia y colapso de la república criolla, habían acabado al margen de la formalidad o de determinados marcos irreales de participación en la cosa pública establecidos more theoretico por nuestra casi siempre anatópica estructura jurídico-política.

Este pacto partía de la constatación de liderazgos corporativos reales en esos sectores y de la constatación, evidente para cualquiera que no tenga los usuales prejuicios racistas y clasistas de la burguesía clásica limeña y sus clientelas periféricas, de que estos sectores no actúan de manera irracional, sino que tienen intereses claros –en muchos casos legítimos – y que están más interesados que nadie en gozar de la cobertura del Estado peruano y a la vez ayudarlo y sustentarlo en la difícil tarea de su legitimación y del ejercicio del principio de autoridad.

La culminación de este pacto fue, creo yo, la firma del compromiso con las comunidades cristianas evangélicas en mayo, donde la candidata de Fuerza Popular reconocía un fundamento trascendente y espiritual a la política y a la vez se comprometía a defender una serie de valores afincados en la tradición cristiana, que abrumadoramente informa a la sociedad peruana, para horror de los utopistas «de género» y otros corifeos del Nuevo Orden Mundial globalista, que quizá pretendieran que el Estado siga estando, no solo de espaldas a la sociedad, sino contra ella, agrediéndola y pretendiendo vulnerarla en lo que esta tiene por más sagrado e importante, como es la vida y la familia, la mismísima trama de lo humano.

¿Keiko no podría negociar el cumplimiento de algunos puntos de este urgente pacto a cambio de una colaboración parlamentaria prolongada con el gobierno de PPK? ¿No podría por lo menos considerar una suerte de cogobierno basado en estos principios fundamentales? ¿O es que no hay un verdadero amor al país desde una perspectiva doctrinal y programática específica sino solo un deseo cicatero de tomar el poder? Esta pregunta será respondida en las próximas semanas, que serán la hora de la verdad respecto del Fujimorismo.

Una cerrazón de parte de Fuerza Popular a la posibilidad de un cogobierno en el que se asuman puntos esenciales de su programa y perspectiva de gobierno, no solo dará alas a los sectores de Peruanos Por el Kambio que pretenden hacerle ojitos al Frente Amplio y buscar consensos tan amplísimos e imposibles como un basural infinito, sino puede provocar un cisma en la bancada y además la inquietud de la militancia que ha pasado ya tres campañas sin poder disfrutar de ninguna mínima participación en el ejecutivo.

Pero daré vuelo a mi imaginación fecunda. Imagino un compromiso por el Perú firmado por Keiko y PPK, en donde, por fin, se planteen una serie de medidas para frenar el colapso del Estado peruano y buscar su reconciliación con la sociedad, teniendo siempre en miras un orden trascendente y moral superior. Imagino, además, un gabinete presidido por alguien como Fernán Altuve-Febres, un intelectual de mucho nivel y gran comprensión del Perú y además con una gran capacidad para generar consensos en diversos y disímiles sectores políticos.

Pero en fin, soñar no cuesta nada…
(*) Este artículo forma parte de la alianza entre el Quincenario Encuentro y Transformando el Perú. Puede leerse en www.encuentro.pe y www.transformandoelperu.org.pe

Salir de la versión móvil