Reforma política: moco por baba

Juan Carlos Eguren
Excongresista

El Perú requiere reformas urgentes que fortalezcan su competitividad y su institucionalidad de cara a las siguientes tres décadas. Una de las más urgentes es la reforma política (partidos, elecciones, financiamiento, Congreso, etc.). En tal sentido, el Gobierno ha planteado una serie de medidas que serían crasos errores si se llegaran a aprobar.

La primera es la no reelección de parlamentarios. Las decisiones que toma el Congreso son absolutamente relevantes para el destino del país, nos pueden llevar al éxito o al fracaso como sociedad. Por ello, se requiere un adecuado equilibrio entre gente experimentada y neófitos en la materia. Si necesitamos una operación al corazón, ¿buscaríamos a un cirujano que nunca ha operado? La respuesta es obvia.

La segunda es buscar la bicameralidad con el mismo número de representantes que hoy se tienen. Los países serios han determinado sus ratios mínimos de representación parlamentaria en proporción a su población. Nosotros lo hicimos en la Constitución de 1979, cuando tuvimos 240 representantes (180 diputados y 60 senadores) para una población de 16.5 millones de habitantes, es decir, un representante por cada 68 000 personas.

La propuesta del Gobierno de tener 130 parlamentarios (100 diputados y 30 senadores) para 32 millones de peruanos nos deja con un representante por cada 246 000 habitantes. Esto es un disparate comparado con, por ejemplo, Chile. Allí, con una población de 18 millones se cuenta con 198 representantes, entre diputados y senadores. O Colombia, que con 50 millones de habitantes tiene 280 representantes.

Otra brillante propuesta que el Gobierno ha planteado es el tema de paridad de género, que implica que la representación nacional esté constituida por un 50 % de mujeres y un 50 % de hombres. Esto evidencia no solo que no se tiene la convicción de que los partidos ni los electores escojan a sus mejores cuadros, sino que se tira por la borda la capacidad, la experiencia y la decencia individual de cada representante, independientemente de su sexo.

Estos tres crasos errores no son los únicos que encontramos en la reforma política. Exijamos reflexión al Poder Ejecutivo, análisis ponderado al Poder Legislativo y que la calle no presione irracionalmente.

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