¿Puede un país pobre tener educación de calidad?

Jorge Pacheco Tejada
Educador

Quiero plantear una pregunta: ¿puede un país pobre aspirar a una educación de calidad? Amartya Sen, filósofo y economista bengalí, ganador del Premio Nobel de Economía en 1998, decía que sí y aseguraba que había cien formas de probarlo.

Esta respuesta puede llamar la atención porque muchos piensan que primero hay que desterrar la pobreza y la desigualdad para aspirar recién a una educación de calidad. El círculo vicioso de este falso dilema se rompió hace más de 50 años, cuando empezaron a acumularse evidencias de que una buena escuela —no una millonaria, sino una de calidad— podía hacer la diferencia. Así, en varios países del mundo empezaron a hacerse visibles centros educativos públicos que atendían a hijos de familias de bajos ingresos y que obtenían altos rendimientos.

Esto nos deja la premisa de que eliminar la pobreza es una obligación, y para ello la educación es una herramienta fundamental. Tomará tiempo, pero es una labor necesaria. Para ello se tiene que priorizar la inversión educativa, sobre todo allí donde hay mayor necesidad. No se trata de gastar más, sino de gastar mejor y de preparar mejor a los que egresan de la secundaria, desarrollando competencias para la empleabilidad a lo largo de su educación básica.

Se trata también de reformar a fondo la educación tecnológica, convirtiéndola en un sistema integrado con la universitaria. Naturalmente, hacer que la educación superior cuente como un factor para derrotar la pobreza pasa también por fortalecer el proceso de licenciamiento y acreditación de las universidades, algo que incomoda a muchos.

Alguien podría objetar, sin embargo, que invertir mejor en la calidad de la educación básica y superior, y conectarla con las necesidades del mundo productivo, no resume todo el libreto que le toca desempeñar a la educación en la lucha contra la pobreza.

No vamos a discutir el hecho de que la educación no basta para erradicar la pobreza de un país. Pero ninguna otra medida podrá lograr ese objetivo sin una educación de calidad ni políticas de Estado que la protejan de las grandes y pequeñas ambiciones que la acechan. Todos tenemos una tarea pendiente al respecto.

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