PPKambios de opinión

Renato Sumaria del Campo 

Una cosa es la Real Politik y otra negociar principios como si fueran acciones en la bolsa de valores. Es válido buscar consensos con partidos de cara a forjar alianzas, lo que no se puede es vender ideas para obtener más votos. Es bueno dialogar con otros, pero es claramente malo perder la esencia de la doctrina que uno sigue. Salvo, claro está, que no se tenga ni principios ni ideas ni doctrina. En tal caso se puede estar hablando de un mercenario antes que de un político.

¿A santo de qué tanta distinción? Pues pregúntele a don Pedro Pablo Kuczynski, que a estas alturas de la segunda vuelta solo le falta aparecer vistiendo un polo del “Che” Guevara y abrigado con la banderita del arco iris. Viniendo del líder de “Peruanos por el Kambio”, la cosa no nos debería sorprender. Ya en el 2011 fue convocado como orador en el mitin de cierre de campaña de Keiko Fujimori y allí terminó destacando la capacidad para sacar adelante el país de quien hoy es su rival. ¿Cómo podría capitalizar el voto antifujimorista con tamaño antecedente?

También en el 2011, el ex ministro toledista firmó un compromiso para defender la vida del concebido y la familia natural. Hizo lo mismo a unos días de la primera vuelta que acabamos de vivir, presionado por el interés de acceder al balotaje y debidamente enterado de que a las marchas contra el aborto en el país, asistieron más de un millón de peruanos. Pero apenas entrada la segunda vuelta ha mandado decir que es pro “matrimonio” gay y anda coqueteando con la izquierda proaborto.

En temas menos polémicos el señor tampoco falla. Primero dijo que no se podían renegociar los contratos del gas —con insulto de por medio a un periodista— y una semana después dijo que sí —cuando se dio cuenta que debía hacerle guiños al sur para no caer tan estrepitosamente—. Hasta se ha peleado con la CONFIEP. ¡Imagínese! Pedro Pablo peleado con el empresariado. Ya es de no creer.

Es triste tener tecnócratas sin formación política. O, lo que es más grave aún, sin una aproximación ética a la realidad que preten-den gobernar. Ese es uno de los severos aprietos a los que nos enfrentamos en esta segunda vuelta. La derecha se ha acostumbrado a ir por la vida creyendo que las cosas se resuelven solo a través del consumo y la inversión privada, dejando de lado cuestiones importantes como la coherencia con principios que se expresan luego en ideales de vida. Y luego se preguntan por qué la izquierda de Verónika Mendoza casi logra lo impensado.

Y ojo que en la vereda del frente no es que esté pasando algo distinto. La diferencia es que el fujimorismo concentra un importante bolsón de votos en sectores populares que le exigen ser coherente con su propuesta histórica: el populismo paternalista que lo resuelve todo a punta de sacos de arroz. Vistas así las cosas, una posible victoria de PPK no se sostiene en sus capacidades como tecnócrata —que incluyen el “ser y no ser de derecha”—, porque al parecer eso a muy pocos les interesa, sino en el endose de votos que caritativamente le puedan entregar algunos sectores de la política nacional. Lo van a “misericordiar”, por usar una frase del Papa Francisco. Y tal vez esa sea su única esperanza.

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