PPK en su hora final

Renato Sumaria Del Campo
Director del quincenario Encuentro

El problema de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) no es que se le haya demostrado un delito o que se haya comprobado que recibió dinero corrupto. El asunto es más simple (y complejo a la vez): sus comprobadas ‘asesorías’ empresariales a Odebrecht, en tiempos en los que era ministro de Alejandro Toledo, lo dejan sin autoridad moral para gobernar el país. Su situación empeora si tomamos en cuenta que en días pasados negó que haya tenido algún vínculo personal con la empresa brasileña.

En medio de todo, el presidente ha evidenciado un reflejo político muy pobre. No sabe, no quiere o no puede medir los tiempos ante una crispación como la que hoy lo tiene contra las cuerdas. Su absurda negativa a recibir a la Comisión Lava Jato y el posterior retroceso en esa decisión, apurado por las pruebas que lo vinculan a Odebrecht, son una muestra de esta debilidad. La reacción ante la crisis política es un tren que el jefe de Estado deja pasar mientras sigue nadando en la piscina del Golf Los Incas. Así, es poco lo que su entorno puede hacer por él.

Si PPK no es capaz de desmentir o explicar razonablemente esta complicada situación, su renuncia debería ser inevitable. No llegará al Mundial y me atrevería a decir que tampoco podrá recibir al Papa, por explicar de manera sencilla la rapidez con la que podríamos tener un nuevo mandatario.

Hemos llegado al punto más alto de una escalada de revelaciones de sobornos y pagos polémicos que nos han dejado la sensación de que todos los que hasta el momento han participado en política o han gobernado, durante los últimos 25 años, han sido corrompidos. Tenemos dos expresidentes en la cárcel, uno prófugo y uno cuestionado. También tienen serios problemas con la justicia la lideresa del partido político que ejerce la mayoría en el Congreso y la exalcaldesa izquierdista que había jurado tener las manos limpias y así evitó una vacancia.

No sería raro, por tanto, que en medio de este caos y al ritmo de “que se vayan todos» emerja una propuesta política antisistema. Y que nos cojan confesados. Por ello, es muy importante respetar escrupulosamente el orden democrático y los canales institucionales ante un asunto tan delicado como la posible salida de un jefe de Estado. Este es el peor momento para que aparezca la bravuconada fujimorista o el arrebato ideológico de la izquierda. Necesitamos políticos serenos que tomen sin temor las decisiones que hay que tomar, con el único ánimo de buscar lo mejor para el país.

¿Qué nos toca a todos los peruanos? Aunque suene a cliché: no perder la esperanza en el país, que en el fondo es no perder la esperanza en nosotros mismos. Porque aunque todo parezca embarrado de corrupción, aún vale la pena luchar por construir una patria de hombres y mujeres honestos. No luchemos por dejarles un mejor país a nuestros hijos, hagamos todo lo posible por dejarle mejores hijos a nuestro país. Nos irá mejor.

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