Política al margen de la ética

En estos días cada vez más próximos a las elecciones, escucharemos de los candidatos diversas promesas, algunas poco creíbles y otras —tal vez— lidiadas con algún derecho fundamental que agrede la dignidad de la persona humana. En estos días también nos informaremos de que algunos candidatos tienen problemas con la justicia, por agresión física o verbal, maltrato familiar, juicios de alimentos y por otras faltas serias, incluido el robo agravado.

Pretender el argumento de que la persona es independiente de sus roles y de que estos son igualmente independientes entre sí, es un absurdo antropológico grave. Es decir, hacer política, no exime al candidato de sus actos buenos o malos (léase éticos o no éticos) ejecutados en sus otros roles, llámese, abogado, economista, empresario, padre, esposo, docente, etc.

La persona humana en su integridad es un solo ser y es responsable de sus actos en cada momento de su existencia y en cada una de las funciones (o roles) que le toque o le haya tocado desempeñar. Justamente los roles que pueden ser diferentes, confluyen en la persona que los ejecuta y se convierte en la manifestación ética o no ética de la misma.

Para poner un ejemplo, la demagogia es una manifestación de la mentira y el plagio lo es de la deshonestidad. Ambos, mentira y deshonestidad son antivalores reñidos con la ética que se adjudican a la persona que los comete y se manifiestan en los diversos roles que le toca desempeñar. Nosotros los electores, debemos informarnos de las actividades y acciones previas de los candidatos y de sus propuestas y categorizarlas de tal manera que nos permitan formarnos una buena idea del candidato como tal y como persona.

Distinguidos (as) candidatos (as) al Ejecutivo, Legislativo y al Parlamento Andino: los electores les pedimos propuestas éticas, morales, viables y que respeten la dignidad de la persona humana, que va más allá de lo meramente político. Para lograrlo, ayudará mucho el convencimiento de la prioridad de lo ético sobre lo técnico, de la primacía de la persona humana sobre las cosas y de la superioridad del espíritu sobre la materia (ECE, 18). Confiamos en que todos (candidatos y electores) queremos un país con una sociedad más justa, solidaria y reconciliada, una sociedad en armonía que podamos entregar con alegría a nuestros hijos y a las futuras generaciones.

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