Ordenamiento territorial, un aporte para el desarrollo

Adrián Neyra Palomino
Exdirector general de Ordenamiento Territorial
Docente de la Escuela de Posgrado de la Universidad Católica San Pablo

La última semana de noviembre del 2021, el tema de ordenamiento territorial, volvió al debate público tras el anuncio en diversos medios de que, el actual Gobierno, propondría un proyecto de ley que permitiría a los gobiernos regionales, definir qué actividades económicas se podrían realizar o excluir en su jurisdicción.

El ordenamiento territorial es muy particular en Perú, debido a que un conjunto de leyes lo definen y establecen competencias que permiten su financiamiento con recursos públicos, lo cual implica que cualquier modificación debe ser canalizada por el Congreso. El Tribunal Constitucional (TC), lo ha reafirmado en una sentencia del año 2020.

¿De qué ordenamiento territorial se trata?, ¿es acaso el mismo que se enseña en los currículos universitarios?, ¿será similar al que se aplica en otros países?, ¿es el que comprende ciudades y temas urbanos?, ¿es el que entienden biólogos, geógrafos y ambientalistas para la conservación y sostenibilidad?, ¿es el que temen los inversionistas? Para entender el ordenamiento territorial en el Perú, debemos comprender el contexto en el que fue incorporado, en el marco legal peruano. Veamos.

Somos un Estado unitario y así lo establece la Constitución, de esta manera, el Estado es uno e indivisible. Se trate de un distrito, provincia, región o del mismo Gobierno nacional, todos somos parte de la República del Perú y como tal, se requiere de herramientas para articular los diferentes niveles de gobierno en un esquema de descentralización administrativa. Justamente la herramienta que otros países unitarios emplean para articular el territorio con los niveles de gobierno, es el ordenamiento territorial.

Tenemos una sola visión de desarrollo y para que esta funcione, es indispensable la articulación entre todos los niveles de gobierno. Todos deben ir en el mismo sentido, tal como los incas durante casi 100 años. Ellos, a partir del conocimiento del territorio y sus dinámicas, construyeron andenes y acueductos para obtener y colocar su producción agrícola y ganadera.

Fueron capaces de someter pueblos a los que imponían su modelo económico, no solo entre la costa y la sierra, sino conformando un amplio sistema de intercambio de excedentes denominado Tahuantinsuyo que, además, se constituyó en el eje de su ordenamiento territorial.

Debemos definir prioridades estratégicas. Al llegar los europeos —a conquistar el Tahuantinsuyo—, no tardaron en controlar y cambiar las prioridades existentes, hacia un régimen que generó riqueza y bonanza durante casi 300 años. No obstante, si bien este nuevo modelo no priorizó el desarrollo de una productividad de subsistencia, se contó con un abastecimiento de insumos que llegaban a los puertos y eso se constituyó en el eje del ordenamiento territorial.

Los escenarios difícilmente se repiten. El Perú republicano, surge en un contexto económico desfavorable; sumido en las deudas que dejó la Independencia y los caudillismos del poder, tenía que orientar su nuevo rumbo para generar riqueza.

En 200 años pasamos por diferentes escenarios.

Del guano al salitre, del caucho al petróleo, de lo forestal a lo acuícola, de los minerales a los hidrocarburos y hasta hoy, seguimos definiendo nuestro ordenamiento. Hace 400 años, la economía de lo que hoy es el Perú, dejó de ser solo agrícola, sin embargo, insisten en una agricultura que, hasta el momento, no logra competir con otros mercados internacionales.

No podemos insistir en estructuras económicas que no compiten en el mercado externo. Este es un dilema que tenemos que sincerar. Hoy, el aprovechamiento de minerales e hidrocarburos resulta estratégico, debido a que nos coloca en el escenario mundial y nos permite contar con condiciones para generar otras economías de desarrollo.

Este debe ser el punto de partida para generar bienestar y equidad, encaminando otras dinámicas que propicien intercambios y nuestra inserción en mercados competitivos. Estas potencialidades, ¿no pueden ser nuestro elemento estratégico de ordenamiento?, ¿no podemos generar condiciones de desarrollo y sostenibilidad a partir de articular sus beneficios?

El ordenamiento territorial por su propia naturaleza, estuvo presente en cada momento de nuestra historia y respondió al modelo económico que se requirió según las circunstancias. Así se generó riqueza y desarrollo, con un sentido de unidad, con una visión prospectiva, con una prioridad definida y premeditada, bajo una adecuada conducción, teniendo siempre como prioridad el interés nacional.

 

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