Nos verás volver

Diego Arias Padilla
Docente universitario

Cuando tenía 14 años me gustaba caminar. Era mi costumbre ir desde la casa de mi abuela, en la avenida Mariscal Castilla, hasta el barrio donde mis amigos se reunían, cerca de las oficinas de Sedapar. Cruzaba por el antiguo local de Canal 6 hasta La Negrita y luego llegaba a un parque que hoy tiene unas rejas muy extrañas; luego venía la avenida Venezuela y la UNSA. Así fue por tres años. Ahora, en pleno 2018 y por seguridad, no imagino realizar el mismo camino. ¿Cuánto ha cambiado Arequipa en los últimos años?

La respuesta es dura pero real. Ha cambiado mucho y para peor. Vengo de la generación que siempre pagó tres soles por un taxi a todas partes y a la que nunca le importó si el chofer tenía identificación o cartel.

Claro, también me asaltaron en un taxi, en el 2013. Los ladrones lo hicieron justo cuando acababa de decidir el destino de mi gratificación de fin de año. Solo me dejaron diez soles para retornar a casa. Se preguntarán dónde tomé el taxi: en Cayma, en plena urbanización Ingenieros. ¿Volví a tomar un taxi en Arequipa? Nunca. Prefería ir enlatado en la combi antes que arriesgar mi vida una vez más.

Es claro, por cierto, que viajar en combi es inhumano, y, sin embargo, existe una parte de la población que viaja así porque no tiene otra opción. Entonces, ¿qué queda? Caminar. Pero ¿se puede caminar por las principales avenidas de la ciudad? Sí se puede, pero llegarás con olor a humo al trabajo y con menos años de vida por todo el esmog que inhalarás.

Imagino cómo deben estar los pulmones de las personas que venden chocolates en cada esquina, o los de los policías que dirigen el tránsito. ¿Qué pasó con Arequipa en los últimos años? ¿Qué pasó con todos los amigos que cantan con mucho orgullo el himno el 15 de agosto? ¿Adónde se fueron las grandes promesas que egresaron de los colegios de la ciudad? ¿Hay algo que se pueda hacer? ¿Arequipa se puede salvar aún?

No tengo respuestas a esas preguntas. Lo único de lo que tengo certeza es que Arequipa merece ser salvada. Una ciudad con tanto potencial y carácter no se puede quedar en el olvido, mucho menos echarse a perder entre egos, engaños e indiferencia.

La ciudad de nuestros abuelos merece convertirse en la ciudad de muchos bisnietos. De lo contrario, habría que cambiarle la letra al himno y dejar de usar de cuña la frase que dice que no se nace en vano al pie de un volcán. Arequipa, por el momento, es invivible, pero no debe ser así. Hay mucho por hacer. Nos verás volver, tierra querida.

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