Muchos gerentes, pocas convicciones

Renato Sumaria Del Campo
Director del quincenario Encuentro

A estas alturas resulta extremadamente ingenuo el análisis de quienes pensaban que con la elección de Pedro Pablo Kuczynski se equilibraba la ‘balanza de poder’ en el Perú. En realidad, la sola elección de un tecnócrata como PPK, mal candidato y pésimo político, por sí misma no iba a ser capaz de equiparar fuerzas con nadie, empezando porque, como ha dicho recién la historiadora Carmen McEvoy: “Ya no es posible gobernar un país tan complicado como el Perú sin política”. Yo agregaría: “Y sin convicciones profundas”.

Los tiempos de Kuczynski son los tiempos de la democracia relativista, donde los valores no importan tanto como el sistema que se quiere imponer a toda costa. Por eso es capaz de sostener hasta la cerrazón a un ministro como Jaime Saavedra, y con ello enfrentarse a miles de familias peruanas que defienden el deber y derecho que tienen de ser las primeras y únicas responsables de la educación sexual de sus hijos.

Por eso, también, ‘ajusta’ tan enclenquemente a los congresistas de su propia bancada y, en el colmo del desgobierno, señala en una entrevista que él les habla pero “mucho caso no le hacen”. Entonces aparece Juan Sheput a decir que eso no es cierto; al tiempo que Carlos Bruce y Alberto de Belaunde van avanzando con la ley de matrimonio gay, cuando en campaña su líder dijo que ese tema no iba a estar en agenda del Gobierno.

PPK es líder de una derecha fitness que hace ejercicios en el patio de Palacio mientras en Andahuaylas le secuestran a un ministro y al contralor de la República; y enseguida la gente se enfrenta a la policía protestando por actos de corrupción en el Gobierno Regional.

Es la derecha que coincide en el mismo coctel con la izquierda liberal (caviares, para más señas), con quien está aliada para defender desde la calle lo que debería estar defendiendo en la política, expresando así el absurdo en el que hemos caído: el tecnócrata aliado con los revanchistas. Es la derecha del selfie en el CADE, del bailecito con la selección, del amor en el Ministerio de Defensa. Ya es hora de que tengamos un poco más de seriedad.

En cinco meses, el ‘gobierno de lujo’ ya ha cambiado a tres ministros y le han estallado en la cara algunos escándalos de corrupción en los que la oposición poco o nada ha tenido que ver. Ni los miasmas de Becerril ni la ignorancia de Chacón ni el matonismo de Galarreta han sido necesarios para generar las implosiones oficialistas. Ni siquiera el Apra, clásico operador político, ha tenido que mover un dedo para generar la crispación que hoy vivimos.

El caos es interno, no solo por exceso de gerentes y ausencia de políticos, sino por carencia de un sistema de ideas y valores que le dé un norte a la propuesta del Gobierno.  Ojalá la Navidad le siente bien al presidente y su entorno; tal vez este sea el espacio para superar diferencias internas y mostrarse como un bloque sólido que le ofrezca al país más certezas políticas que momentos jocosos.

Salir de la versión móvil