Migrantes y trata

Monseñor Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa

En el marco de nuestra permanente acción pastoral a favor de los migrantes, la semana pasada realizamos el curso–taller “Prevención de la trata de personas y atención a las víctimas”, en el que participaron más de quinientos miembros de la Iglesia Católica en Arequipa y, como expositores, el doctor Víctor Cadenas Velásquez, vicegobernador regional; la doctora Cecilia Ampuero Riega, fiscal provincial de Prevención del Delito; el doctor César Muñiz Delgado, funcionario de la Superintendencia de Migraciones, y un equipo de expertos de la Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Peruana.

Todos los expositores coincidieron en que, como hace poco ha escrito el Papa Francisco, “la línea divisoria entre la migración y el tráfico puede ser en ocasiones muy sutil” ya que “muchos factores contribuyen a crear un estado de vulnerabilidad en los emigrantes” (mensaje del 8.IX.2016).

La finalidad de nuestro curso ha sido capacitar a agentes pastorales y maestros a fin de que, a su vez, ellos informen en las parroquias y los colegios sobre la magnitud de este delito, las formas en que se comete y el modo en que a través de un trabajo articulado entre el Estado, la sociedad civil y la Iglesia podemos prevenir a las posibles víctimas, identificar a los delincuentes y colaborar en el rescate y la rehabilitación de las personas que han caído en las redes de esta nueva forma de esclavitud.

La trata de personas, que el Papa Francisco ha calificado como “crimen contra la humanidad”, incluye el tráfico con fines de prostitución, trabajos forzados, mendicidad, comercio de órganos u otros tipos de explotación, a través de los cuales los delincuentes abusan de seres humanos para obtener un beneficio económico.

Es uno de los delitos que más dinero genera a nivel mundial, junto con el tráfico de armas y el de drogas. Las bandas de trata de personas son tan grandes, organizadas y económicamente fuertes que en términos porcentuales son muy pocos los casos en que llegan a ser denunciadas y es menor aun el número de casos en que son efectivamente condenadas por la justicia penal.

Según fuentes del Ministerio Público, entre los años 2015 y 2016 se registraron 2 033 casos de trata de personas en todo el Perú; pero es sabido que, por ejemplo, en la minería ilegal, la tala ilegal, los prostíbulos, la mendicidad de niños y ancianos en las calles de las grandes ciudades hay decenas de miles de personas que sufren este tipo de esclavitud.

Según las mismas fuentes oficiales, el 50.1 % de las víctimas son adolescentes de entre 13 y 17 años de edad, cifra que aumenta hasta el 77.5 % si incluimos a personas entre 0 y 24 años; es decir que las principales víctimas son niños y jóvenes, y en su gran mayoría son mujeres.

Como Iglesia estamos llamados a proteger a las personas que son más vulnerables y susceptibles de caer en las garras de esos delincuentes inescrupulosos. Y considerando que, por lo general, en Arequipa esos colectivos están compuestos por migrantes de otras partes de nuestro país, en el curso de la semana pasada hemos hecho énfasis en la importancia de acogerlos en nuestras parroquias y comunidades, integrarlos en la sociedad y ayudarlos a ser agentes de su propio desarrollo humano integral. La tarea es de todos.

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