Lágrimas por el canon minero

Renato Sumaria del Campo 
Director del Quincenario Encuentro

Reciben fondos que no saben gastar, inducen a la protesta a una población que suele estar en contra de la actividad que origina ese dinero y, para ponerle una cereza al pastel, van a recibir, por otro concepto, más plata de la que esperaban. Pero igual se quejaron. Casi lloraron (no, no exageró Yamila Osorio). Así son nuestros alcaldes.

El problema fue que les recortaron el canon minero. Varios (casi todos) pusieron el grito en el cielo y se aliaron para realizar una conferencia de prensa y posteriormente una marcha. Ambas actividades no le hicieron ni cosquillas al Ministerio de Economía y Finanzas que, ni corto ni perezoso, envió a todo el mundo el listado de montos que los municipios arequipeños recibirían este año por concepto de regalías mineras.

Y adivine qué…sí, los re-cursos eran en muchos casos mayores a los que les habían recortado.Pese a ello, hay que intentar entender a nuestras autoridades ¿Por qué reclaman tanto la reducción del canon minero? Se supone que lo hacen porque este es el ingreso más fuerte que tienen para ejecutar obras. La segunda pregunta es: ¿Usted ve obras en su distrito? Muchos responderán que muy pocas y no se equivocan.

Los burgomaestres exigen un canon que no saben gastar. Revise sino las arcas de la municipalidad de Cerro Colorado, por ejemplo, y dará cuenta de la ingente cantidad de recursos que la comuna “ahorra” cada año por concepto de canon.

Ese, sin embargo, no es todo el problema. La escasa capacidad de gasto de nuestros municipios se manifiesta también en la ineficiencia para el uso de los recursos destinados a inversión en el marco de sus presupuestos generales.

Por ejemplo, el año 2015 el promedio de aplicación de los fondos de inversión en todos los distritos de Arequipa apenas alcanzó el 52%. El caso del distrito de Yarabamba deja sin piso cualquier intento de queja: de un presupuesto de 49 millones, solo fue capaz de gastar 6 millones.

Nos hemos convertido en una región “canondependiente”, ya sea porque nuestras autoridades condicionan la realización de obras a los recursos que puedan obtener de este concepto o porque el centralismo y su burocracia son tan fuertes que limitan severamente iniciativas de descentralización que bien podrían significar ingresos importantes para nuestro departamento que no dependan de regalías u óbolos voluntarios.

La solución requeriría una reforma importante del Estado en materia de descentralización.  Sin embargo, podríamos sobrellevar mejor las cosas si tuviéramos administraciones locales dotadas de personal competente en materia de elaboración de expedientes, proyectos y perfiles técnicos, además, claro está, de alcaldes con visión de futuro que en lugar de usar el dinero del canon para construir piscinas y toboganes, piensen en impulsar proyectos de mejora sustentable de las condiciones de vida o intervenciones en la infraestructura educativa, dotando de mayores y mejores recursos a las escuelas que forman ciudadanos para el futuro.

Todo mirando el horizonte con un espíritu de desprendimiento y sano realismo. Pero para que ello ocurra primero tiene que nevar en la plaza de armas. Espere sentado.

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