La tragicomedia conyugal

César Félix Sánchez Martínez

Ollanta y Nadine atestiguan el déluge del nacionalismo y de su pequeño Trianón vargasllosiano (porque, al fin y al cabo, con la traición a Urresti y el enajenamiento de Abugattás, el único partido que le quedó a los esposos fue el partido del marqués de Vargas Llosa, partido cortesano, si los hay, compuesto por los corresponsales, mayordomos y otro personal de servicio del Mandarín madri-arequipeño).

La corte de gente nice y de áulicos y turiferarios como Cateriano será dentro de poco nada más que un buen recuerdo. Nada de entrevistas reveladoras en Cosas, para ella (donde la Primerísima Dama revelaba su carácter fuerte y espontáneo), ni de desfiles o caminatas, para él (donde podía ocultar su absoluta incapacidad para articular palabras conceptuosamente). Ya fue todo eso.

Sus amigos de los “Poderes Fácticos” dentro de poco no les contestarán ni el saludo. El nacionalismo los desprecia y detesta. Y sus viejos aliados caviares tienen un nuevo Mesías, la exsecretaria y antigua dama de honor de Nadine, Verónika Mendoza.

Dentro de poco será la fuga a Varennes. El primer gesto trágico ya lo hizo el Presidente, al reconocer que el responsable de las agendas fue él, porque eran “agendas conyugales”. No sabemos a qué grado habrá llegado a ser «una sola carne» la Pareja Presidencial, lo que sí sé es que: 1) Ollanta se quejaba de expresiones como “reelección conyugal” o “pareja presidencial”, por considerarlas inexactas y tendenciosas. Ahora las usa para salvar a su esposa, 2) Nunca he conocido de una agenda compartida. Mucho menos por esposos. Su uso debe ser dificilísimo. ¿Quizá los compromisos de Ollanta estarían con un color y los de Nadine con otro?

La conclusión cae por su peso: ¿creen que tenemos alguna suerte de lesión cerebral para creernos semejante bulo? En fin. Estos no son Luis XVI ni María Antonieta, ni tampoco sus últimos días se parecerán a las conmovedoras escenas de Nicholas and Alexandra de Fran-klin J. Schaffner (1971): acá tenemos a un par de pícaros, que nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino y que, como tantos, hicieron toda suerte de criolladas, pero de forma extraordinariamente torpe.

La caída de los Humala es una tragicomedia. Quisieron ser una Dinastía y acabaron siendo poco más que la Banda del Choclito.

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