La indignación está en crisis

Renato Sumaria del Campo
Director del quincenario Encuentro

Una ola de comentarios y reacciones enfurecidas en las redes sociales ha provocado la decisión del Consejo Municipal de Paucarpata de votar en contra de una sanción al centro comercial Aventura Plaza debido al cobro por el uso del estacionamiento en sus instalaciones. Parece tan seria la situación que algunos osados clientes han amenazado con un boicot comercial contra las tiendas y restaurantes que funcionan en este megacentro si la empresa persiste en la medida.

Curiosamente, las calles por las que muchos de los indignados consumidores transitan para acceder a este mall tienen baches por todos lados, a duras penas circula por ellas el serenazgo del distrito, se inundan en temporada de lluvias, no están señalizadas, tienen poca iluminación, carecen de control policial en hora punta, andan invadidas de ambulantes, etc.

Hasta el momento seguimos esperando el boicot al alcalde de este distrito, que en términos de control político se llama ‘pedido de revocatoria’. En Arequipa, el crecimiento económico parece haber anestesiado la conciencia. La indignación está en crisis. A muchos les suena inconcebible pagar por estacionar su auto en un centro comercial, pero son inmunes ante el caos que los rodea en esta ciudad insufrible.

Parece que varios la pasan muy bien en los brazos del crecimiento económico, al punto de convertirse en unos asalariados del boom comercial que invadió la ciudad hace ya una década.

Clientelismo ciudadano en su máxima expresión. Y entonces, como su vida gira en torno a los malls, solo les interesa que estos tengan estacionamiento gratis, dos por uno en ropa de temporada y ofertas en el Día de la Madre; de esta forma muchos pueden ir a estos establecimientos y estacionar la 4×4 en sentido contrario, reclamar para que el perro ingrese a la tienda retail o abrir una lata de conserva en pleno supermercado y dejarla tirada después de haber probado el contenido. Mucho dinero, poca cultura.

Hemos comprado una idea de bienestar plástico, muy ligado al consumo, que trastoca toda escala decente de ciudadanía. ¿Dónde está la educación cuando más la necesitamos?
Algunos dirán que miro el vaso medio vacío.

Tal vez. Mejor que Haití, estamos, eso es seguro, pero seguimos muy lejos de acortar la brecha entre el crecimiento económico que trae consigo una mejor oferta de servicios y el servicio público que nos debería dar condiciones de vida acordes con nuestra dignidad de seres humanos. Esa brecha no la va a cerrar el mercado, sino la cultura, el entorno que seamos capaces de generar para que la voracidad del consumismo no nos desaparezca.

Por ello, es importante despertar cualquier asomo de espíritu ciudadano que nos atraviese la conciencia. Hay una ciudad afuera de los centros comerciales que merece ser cuidada por una sencilla razón: es nuestro lugar en el mundo; aquel que hemos elegido para vivir, trabajar, formar una familia, ver crecer a nuestros hijos, forjar un futuro, morir. Anímese, amable lector, a indignarse por aquellas cosas que valen la pena.

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