La calistenia de PPK (y del fujimorismo)

César Félix Sánchez Martínez
Filósofo

El gobierno ya empezó su calistenia, sus polichinelas previas al partido, su calentamiento, en resumen. Y no me refiero a la gimnasia palaciega de reciente ejecución, sino a estos breves días de gobierno. O más bien eso es lo que quiero creer, puesto que si estos días de declaraciones boconas y erráticas de nuestro presidente serán una figura de lo que vendrá, mucho me temo una reedición en mucho peor de los dos últimos años del segundo belaundato, con amenaza de vacancia por incapacidad física/síquica incluso.

Pero tengo la sensación de que PPK cree que todavía está en campaña. Y eso no es ni inusual en nuestros flamantes presidentes ni tampoco necesariamente peligroso. La boutade de la invitación a desertar a los fujimoristas de la línea blanda y las danzas, pañuelos y ejercicios extravagantes suponemos que son en algo la resaca de nuestras siempre circenses campañas electorales. Si cuaja la idea de un vocero, pues en buena hora. La espontaneidad irracional de un presidente en temas accidentales no debería originar crisis políticas, aunque en el Perú, y en medio de una situación institucional y política tan precaria, hay que andar con pies de plomo.

Por otro lado, muchos han reaccionado con alarma ante las críticas de diversos personajes del fujimorismo ante las extravagancias ppkausísticas. ¡Gracias a Dios que los debates y peleas todavía permanecen en el plano de lo inesencial! Sin embargo, el riesgo, como con las extravagancias presidenciales, es que la acritud naranja sea un símbolo de una terrible oposición obstruccionista y de un encono que nos lleve al maravilloso mundo de los parlamentos asiáticos con sillazos y mojicones al por mayor venideros.

Pecaré de optimista. ¡Es también la calistenia del fujimorismo! Está afilando sus armas de descalificación, a la par que distiende su estrés postraumático por la guerra sucia y la derrota, desfogando sus energías acumuladas y sus ansias de venganza. Pero Fuerza Popular ha demostrado históricamente ser, en medio de nuestras hirsutas y montaraces bancadas, una fuerza disciplinada y ordenada. Cuando Keiko deje atrás el sourmenage y el resentimiento —y cuando Luz Salgado empiece a ganar más cancha— la posibilidad de una convivencia política se asomará.

Dejemos, eso sí, que caiga este primer gabinete. Deteriorado y quemado cual fusible por los usuales cortocircuitos peruanos: conflictos sociales y escándalos y papelones mediáticos. Quizá después se forme el anhelado gabinete consensual con figuras “alguito más” alejadas del semicaviaraje y del oligopolio mediático tradicional. Hagamos votos para eso.

(*) Este artículo forma parte de la alianza entre el Quincenario Encuentro y Transformando el Perú. Puede leerlo en www.encuentro.pe y www.transformandoelperu.org.pe.

Salir de la versión móvil