Feminicidio y crisis de identidad

Monseñor Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa

Según un informe de la ONG norteamericana Pax in Familia, varios cientos de millones de mujeres en todo el mundo han sido agredidas física o sexualmente al menos una vez en su vida. El Perú no es una excepción. Cada vez es más frecuente la noticia de que una mujer ha sido vilmente atacada, e incluso asesinada, por un hombre llevado, por lo general, por un móvil pasional.

Las causas de este fenómeno delincuencial son diversas. Una de ellas —esencial de destacar— es la pérdida de identidad del hombre, varón y mujer, que ha dado lugar a lo que el papa Francisco llama “cultura del descarte”. ¿Cómo responder de modo auténticamente humano y socialmente eficaz a esta situación? Sin descartar otras posibles vías, considero fundamental que el hombre vuelva a encontrarse consigo mismo, para lo cual es imprescindible que redescubra sus orígenes.

Con esa finalidad, será útil releer las primeras páginas de la Biblia, que nos relatan que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza y lo creó varón y mujer. Es decir que tanto en el varón como en la mujer está la imagen de Dios y que esa imagen y semejanza está dada también en la diversidad sexual, creada por Dios con vistas a la complementariedad y a la unidad entre ambos. Descubrir esto lleva a tomar conciencia de que cada persona, en su integridad de alma y cuerpo, posee una dignidad que todos estamos llamados a respetar.

Sin embargo, como también nos narra la Biblia, cuando el varón y la mujer rompen la comunión con Dios, rompen también la comunión entre ellos y entra la violencia en el mundo. De la misma manera, cuando la sociedad se aleja de Dios y no reconoce que los recursos personales de la femineidad no son menores —aunque sí diferentes— que los de la masculinidad, y por tanto no se los valora, se desconoce la dignidad de la mujer y se deja de respetarla, destruye no solo su identidad sino también la del varón.

Si a eso añadimos que, en no pocos casos, se cree que la promoción de la mujer consiste en masculinizarla, se termina, como lo anticipó Pío XI en 1930, haciendo de ella un mero instrumento del placer y del capricho del varón. En este contexto, entonces, el redescubrimiento de la identidad y la dignidad del varón y la mujer, como criaturas amadas por Dios en su diversidad y complementariedad sexual, se presenta como vía válida para superar el flagelo del feminicidio y construir la que Pablo VI llamó “civilización del amor”. Tarea que nos compete a todos, empezando por el hogar y la escuela.

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