El juego de la segunda vuelta (*)

César Félix Sánchez Martínez

Las metáforas lúdicas han sido casi tan usadas como las metáforas bélicas cuando de lides electorales se trata. Evidentemente en nuestra experiencia electoral peruana, ya de por sí lúdica, las imágenes y figuras dejan de ser recursos literarios para tornarse a veces peligrosamente reales.

Quizá las primeras vueltas se asemejen a la “Botella Borracha” o a cualquier otro juego que requiera de pruebas excepcionalmente humillantes y ridículas. Luego, a medida que el ambiente se va caldeando, se convierte en un Twister, es decir, en un juego que implica posiciones arriesgadas y potencialmente peligrosas, siempre en pos de la posición “centrista” anhelada o cualesquiera que sea el espectro político que los savants y “analistas” consideran que definirá la elección.

Pero en la segunda vuelta, creemos, se está adoptando una especie de juego de cartas, mezcla de nadie-sabe-para-quién-trabaja, póker, golpe y el apestoso. La cuestión es ir formando escaleritas con cartas importantes. El problema es que no hay cartas importantes per se, sino dependen del contexto mediático y político, porque hay algunos “fichajes” que restan.

A PPK le ha tocado definitivamente el joker. Se trata de Acuña. No solo ha recibido el apoyo, sino que lo ha agradecido, fotografía mediante. El problema del joker es que en algunos juegos te sirve y en otros te condena. Evidentemente —y si la situación de empate es verdadera— no le restará mayores votos en los sectores seudo ilustrados que abominan de Acuña pero más de Keiko.

Y quizá sea un intento de propiciar al elector rural o urbano-marginal del Norte, entregado a Keiko pero que también es clientela política acuñiana desde hace ya buen tiempo. Sea lo que fuere, robar esta carta del mazo es una jugada arriesgada.
Keiko ha recibido en el último reparto dos ases significativos: Elmer Cuba, Hernando de Soto y el Apoyo Evangélico.

Elmer Cuba es un intento de apuntalar un equipo económico por lo demás gris, ante la imagen de eficiencia tecnocrática del equipo de PPK. Pero lleva tras de sí, de forma discreta pero punzante, su imagen de hombre de Macroconsult y de guzmaniano, lo que lo hace ser algo así como un representante del terrible Clan Tecnocrático enquistado en los ministerios desde hace varias decádas.

Hernando de Soto es una suerte de buhonero de su peculiar weltanschauung capitalista popular, pero como “mano santa” y refuerzo de candidatos no le ha ido particularmente bien nunca. Llega a la hora undécima y pierde “por una cabeza”.

El Apoyo Evangélico no le quitará nada a Keiko —porque los progresistas anticristianos de todas formas no iban a votar por ella— y en un empate peleado puede significar el dos o tres por ciento de voto disciplinado que puede marcar la diferencia. Es un juego a ciegas, casi un póker indio, que solo el mismo día de la elección, por la noche, se acaba definiendo. Y quizá nunca se sepa a ciencia cierta qué carta fue la más efectiva.

(*) Este artículo es posible gracias a la alianza entre el Quincenario Encuentro y Transformando el Perú.

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