El Estado y la pandemia: ¿el gran hermano o el gran padre?

Juan David Quiceno
Profesor del Departamento de Humanidades UCSP.
Magíster en Filosofía – Universidad Católica San Antonio de Murcia (España).

Cuando un padre sobreprotege a sus hijos los hace indefensos, engreídos y les garantiza un mayor sufrimiento ante las dificultades. Y aunque no siempre se repita este patrón, lo normal es que a los hijos criados para ser dependientes se les haga más difícil el ejercicio de la responsabilidad, aun cuando sean autónomos. 

Cuando el hijo necesita le pide al padre, no importa si es algo banal. El padre se convierte en la única salida para afrontar las dificultades. Esta tendencia crece y se desarrolla cuándo el padre alimenta la dependencia para mantener un grado de control sobre sus hijos. 

¿Se parece en algo la realidad que estamos viviendo en el Perú? En términos políticos parece que sí. Desde las formas que usa el presidente para referirse a los ciudadanos hasta las medidas que buscan solventar el sistema en general, los peruanos se han convertidos en hijos del sistema a muchos niveles. 

No se trata de estar en desacuerdo con que el gobierno subsidie las necesidades básicas de las personas, pues al fin y al cabo el Estado trabaja con los impuestos de los trabajadores, sino que las formas en que se presentan las cosas y más aún el modo cómo se ejecutan no parecen las más adecuadas. 

Pensemos algo: las personas deben restringir sus salidas y tomar medidas de salubridad sea porque el Estado se los dice, sea porque son conscientes de lo que deben hacer. Si salen a la calle, decides usar mal la mascarilla o te importa muy poco contagiar a los demás porque igual todos vamos a morir algún día, el problema está en ti. Pero esa dificultad se acentúa cuando tienes un padre que te recuerda lo dependiente que eres y lo poco preparado que estás para afrontar la vida por ti mismo. Claro, los hijos perezosos y que no reconocen el valor de lo que no les cuesta, naturalmente esperarán a que otros solucionen el problema. 

Dice el dicho que “nada es gratis en la vida”, pero lo peor es cuando a un pueblo que le dan pasta gratis, reclama porque no le han dado la salsa también. El encuentro entre las tendencias paternalistas de nuestros estados y la comodidad de ser hijos eternamente porque nos resulta más fácil no soportará muchas pandemias más. 

Nunca dejaré de pensar que el problema es de educación; esto no se trata de que la gente sepa más o viaje más, sino de que las personas aprendan a ser responsables, que aprendan virtudes básicas del pensamiento crítico y de la integridad. Eso está en los libros claramente, aunque lo que no está en ellos es el esfuerzo y la paciencia que demandan las grandes empresas de la vida, aquellas que generalmente son de carácter altruista y que son las propias de una persona adulta que es capaz de respetar a su padre, pero de hablarle de tú a tú.  

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