Divorciados ‘vueltos a casar’

Manuel Rodríguez Canales
Teólogo

Delicado asunto político. Simple asunto lógico. Ignoremos lo primero para recurrir a lo segundo, esperando que la política no trate (como suele suceder) de someter la lógica a sus cálculos terminando en el sofisma.

Hay tres tipos de afirmación desde la perspectiva de la verdad: las unívocas, las equívocas y las análogas. Las unívocas son las que no admiten más de un significado. Las equívocas son las que, a diferencia de las primeras, admiten dos o más conceptos. Las análogas son afirmaciones que expresan una verdad por comparación.

Una enseñanza, por definición, debe ser unívoca o análoga, jamás equívoca. Si es equívoca es una mala enseñanza, es decir, enseña algo malo o no enseña nada porque deja a la libre interpretación la elección de los significados, con lo cual su finalidad de señalar una verdad se pierde. Tres ejemplos de manual:

Afirmación unívoca: la parte es menor que el todo. Dele vueltas, estimado lector, y no encontrará manera de entenderla de otra forma, a no ser que haga una broma o no entienda qué es parte y qué es todo, con lo cual una explicación bastaría; el equívoco sería de usted, no de la afirmación.

Afirmación equívoca: la lima es mala. No se sabe si lima es la herramienta o la fruta. Afirmación análoga: esa persona es fuerte como un caballo. Es obvio que no estamos atribuyendo nada de caballo a la persona salvo la fuerza que por convención se le adjudica a un caballo. La comparación no es equívoca; podría precisarse, sin embargo, a qué fuerza se refiere, aunque se deduce que lo más probable es que se esté refiriendo a la fuerza física.

Dicho esto, pongamos en cifras los términos del caso que nos ocupa. El matrimonio cristiano es indisoluble. El que abandona a su cónyuge y se une a otro comete adulterio. El que comete adulterio y, por diversas razones, no puede o no quiere dejar de cometerlo, no puede comulgar porque su estado no expresa la comunión completa con Jesucristo. Las tres afirmaciones son unívocas, no admiten más que un significado.

¿Cómo interpretamos ‘adulterio’? El significado también es unívoco: «Unión sexual de dos personas cuando una de ellas o ambas están casadas con otras personas». Si se suspendiera el comercio sexual entre estas dos personas no habría adulterio, por lo tanto podrían comulgar. Arrepentirse de algo es dejar de hacerlo y evitar las ocasiones para volver a hacerlo.

Si la pareja sigue viviendo junta, ¿no se mantendría para ambos la ocasión de seguir en adulterio? De otro lado, ¿no sería un ejemplo malo para los demás darles la comunión a personas que están en una convivencia que es ocasión de adulterio? ¿No estarían además poniéndose ambos en ocasión de perder la salvación eterna? Por donde lo piense, no veo cómo se pueda dar la comunión eucarística a personas divorciadas vueltas a casar.

¿Esto los excluye de la Iglesia? No. ¿Están en una situación irregular? Sí. ¿Dios los ama? Claro, tal vez más que a los demás debido a su condición, porque Él conoce los corazones y, según sus propias palabras, tiene en el corazón a los que más sufren. ¿Somos los demás cristianos jueces de estas parejas?

Jamás, solo reconocemos la condición en la que están. ¿Nos consideramos superiores a ellos? Si eso ocurriera, estaríamos traicionando al Señor. ¿Son algo así como ‘cristianos de segunda’? Para nada, habría que no ser cristiano para pensar así. ¿Hacemos juicios sobre su vida privada y los innumerables factores que los llevaron a la situación en la que están? No es cristiano hacer eso.

¿No debemos considerar las nuevas situaciones de parejas que en esta segunda unión viven mucho mejor que en una primera relación violenta o infeliz? Claro que sí, pero esa consideración no nos permite relativizar las palabras del Señor ni la Eucaristía. ¿Debemos acompañarlos? Con todo nuestro cariño, solidaridad y oración.

Y pienso en queridos, muy queridos amigos en situaciones así. Y no lo dudo: son bastante mejores que yo y tienen todo mi respeto y cariño incondicional.

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