Diversificación productiva

Guillermo Vidalón del Pino

La llamada diversificación productiva resulta muy atractiva como mensaje político; pero lo complejo es llevarla a cabo, establecer consensos y apuntar hacia un gran objetivo nacional: el desarrollo. Los procesos de diversificación productiva en el mundo siempre han estado sostenidos por actividades económicas, a las cuales calificaremos como ‘anclas’.

En función a dichas anclas es que podemos ejecutar toda una estrategia de desarrollo económico socio-productivo que cuente con el respaldo político y legitimación necesaria para llevarse a cabo. En el Perú, la actividad ancla es la minería, porque nos permite planificar el desarrollo futuro contando con ingresos que, no obstante las fluctuaciones de precios, establecen un flujo de caja esperado (un volumen de ingresos con el que podrá contar el país).

Las economías más desarrolladas del mundo sustentaron su crecimiento en las actividades extractivas: Rusia, mediante la explotación y exportación del gas hacia países europeos; Inglaterra explotó sus minas de carbón para sostener el crecimiento y expansión de su revolución industrial; Noruega explota sus recursos petroleros; Estados Unidos explotó sus minas de oro durante el siglo XIX.

En la época republicana también hemos tenido periodos de expansión económica sustentados en la explotación del guano de las islas, a mediados del siglo XIX; la explotación del salitre, que generó un gran apogeo que culminó con la Guerra del Pacífico; la recuperación de la actividad minera en el periodo de posguerra; la explotación del caucho natural de la Amazonía, de cuya época de oro aún quedan recuerdos arquitectónicos en la ciudad de Iquitos; la pesca de los años setenta del siglo XX, entre otros.

Los opositores a la actividad minera suelen expresar que no genera desarrollo, lo cual es falso. A mayor volumen de producción, también es mayor el volumen de insumos requeridos. La manufactura que ya abastece al sector minero se especializa en la atención de la demanda local, y el siguiente paso que da es el de la conquista de mercados internacionales, mediante la exportación.

Asimismo, una actividad de primer mundo, como la minería formal, promueve emprendimientos locales y foráneos en manufactura, lo que incrementa los niveles de productividad del país, generando una mayor demanda de energía y, por consiguiente, mayores sinergias.

Un país cordillerano, como el Perú, tiene que aprovechar su potencial minero hoy y no mañana. Siempre tengamos presente que la tecnología evoluciona a pasos agigantados, y nadie puede prever cuándo se inventará un sustituto de menor costo y mayores propiedades que nuestros metales.

De no aprovecharse hoy el valor económico que se obtiene de la transformación de los minerales, quizá mañana sea muy tarde y nos quedemos contemplando nuestros yacimientos enterrados por siempre y reflexionando, una vez más, sobre las oportunidades perdidas.

Ciertamente la minería no es el único camino que debemos seguir. Pero sí es el más seguro y directo, y el que nos permitirá alcanzar el desarrollo en el más corto plazo.

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