Derrotas victoriosas

Manuel Rodríguez Canales
Teólogo

Hay derrotas que encierran victorias mucho más importantes que lo que uno ve en la tabla de posiciones. Y no, hermanos peruanos, no es un premio consuelo ni excusa de mediocridad alguna. No es disfraz de impotencia ni ceguera ante las limitaciones o los defectos del equipo. Es verdad: hay derrotas victoriosas.

Hoy sentimos un profundo orgullo de ser peruanos. Hay como un rasgo de familia en cada uno de esos veintitrés muchachos que juegan en Rusia y en los dos que quedaron fuera del proceso. Es como si en cada gesto reconociéramos un pariente.

La sonrisa inocente de Orejas; la determinación de Guerrero; la habilidad emocionada de Cueva; la sensibilidad exquisita de Carrillo; la velocidad de Advíncula; la seriedad comprometida de Trauco; la inteligencia y la serenidad de Tapia; el esfuerzo heroico de Aquino; la eficacia concentrada de Rodríguez, Santa María, Araujo y Ramos; la recuperada humildad de Farfán y su talento innegable, y el silencio solidario de los otros muchachos se han unido al sentir de una hinchada profundamente agradecida y emocionada hasta las lágrimas.

Hoy, no sé qué es este llanto contenido que tengo en el alma. Lo que me queda claro es que no es tristeza. Es algo de infancia, una cosa buena, una especie de elevación sobre el orgullo y el cinismo. Y, honestamente, creo que lo prefiero a la copa del mundo. Me es más natural e íntimo, más de barrio y terruño, como esas leyendas que quedan en familia porque a nadie más le importan. Como si quedara claro que alcanzar la gloria no es lo mismo que alcanzar la fama.

Y como este equipito hecho de retazos, infancia y cariño por el Perú tiene ya la gloria en mi corazón, la fama que se la lleve quien quiera.

No me queda un mal sabor ante la lucha que has dado, querida selección. Ni siquiera esa dolorosa colección de ‘casis’ que me amargaba la boca por fallar goles cantados. Jugaste bien, con personalidad, con lo que tenías. Pusiste a Francia contra su arco un buen rato. No alcanzó.

En serio, queridos muchachos, el resultado no importa cuando se juega así. Y no es premio consuelo, es la semilla de próximas victorias, es el inicio de una nueva generación que se curte con esta temprana salida del Mundial. Gracias a todos. ¡Viva el Perú, carajo!

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