¿Cuán valiosa es una buena decisión?

Elva Franco Delgado
Directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica San Pablo

La decisión es, sin duda, la protagonista de la virtud. En cada momento de nuestras vidas, nos enfrentamos a elecciones que definen quiénes somos y en qué creemos. La virtud no es simplemente una cualidad innata, sino el resultado de decisiones conscientes y deliberadas que tomamos a lo largo del tiempo de forma constante.

Tomar decisiones que te hagan trascender requiere valentía y compromiso. No siempre es fácil elegir el camino correcto, especialmente cuando enfrentamos presiones externas o tentaciones. Sin embargo, es en esos momentos de dificultad donde la verdadera virtud se manifiesta. Al optar por la honestidad, la justicia y la integridad, demostramos nuestra capacidad para actuar de acuerdo con nuestros valores más profundos.

Además, la decisión que practica virtudes no solamente beneficia a quien la toma, sino también a la comunidad en general. Cuando actuamos con virtud, inspiramos a otros a hacer lo mismo, creando un efecto dominó positivo en la sociedad. La virtud, por lo tanto, no es únicamente una cuestión personal, sino una responsabilidad colectiva.

En resumen, la decisión es el motor que impulsa la virtud. Cada elección que hacemos nos brinda la oportunidad de demostrar nuestro compromiso con los valores éticos y de contribuir a un mundo más justo y equitativo.

Un elemento que es clave en la toma de decisiones, implica una adecuada claridad sobre nuestros objetivos. A menudo, las personas poseen las habilidades y capacidades necesarias para alcanzar el éxito, pero carecen de una dirección clara, generando un enfoque que puede llevar a errores y a la sensación de estar perdidos.

Por ello, tomar la decisión correcta no solamente implica evaluar nuestras opciones y elegir la mejor, sino también tener una comprensión profunda de lo que realmente queremos lograr. Sin un objetivo claro, nuestras acciones pueden ser ineficaces y dispersas, lo que nos aleja de nuestros verdaderos deseos y metas.

En este sentido, la reflexión y la autoevaluación son cruciales. Debemos tomarnos el tiempo para identificar nuestros valores, prioridades y aspiraciones. Sólo entonces podremos dirigir nuestras capacidades hacia un objetivo significativo y alcanzar el éxito de manera efectiva. Por eso, es clave entender que la buena decisión no puede ser indiferente de la realidad y los contextos.

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