Conexión, la base del aprendizaje

Mónica Sánchez
Educadora

Cuando hablamos de conexión en el campo educativo, a veces suponemos que el docente tiene la responsabilidad de generar ese vínculo con sus estudiantes, para crear un buen ambiente de aprendizaje y es ahí, donde surge un cuestionamiento.
En la práctica, el docente que enseña, se hace cargo no solo del aprendizaje de los alumnos, sino de generar la conexión y eso, ¿cómo lo logra? Escuchándolos y ayudándolos a autogestionar sus emociones, siendo empático y en general, disfrutando cada tarea diaria tanto en el aula, como en esta nueva modalidad sincrónica (clases virtuales).
En este contexto de pandemia, ¿es fácil lograr que los estudiantes introvertidos o desafiantes, enciendan sus cámaras y hablen por el micrófono? Ese es el momento donde el docente genera el mayor reto, poniendo a prueba su paciencia, empatía, tolerancia y amor.
Creemos que son niños y jóvenes con mal comportamiento, y que ese es el problema, pero la Disciplina Positiva nos abre el panorama y nos plantea dice que es una expresión del día a día. Ellos no hacen las cosas con malicia; tratan de resolver a su manera los problemas de conexión y de estrés.
En aquí donde el profesor pone a prueba toda su creatividad y lenguaje corporal, pues un mal gesto o mueca, el silencio o tratar con indiferencia a los estudiantes, genera en ellos diversas emociones que pueden afectar sus calificaciones, su preferencia por la materia, la imagen del maestro y su identificación con la institución educativa.
Es importante resaltar que, un estudiante con rabia o cólera, frustración, vergüenza o melancolía, no se conectará, en cambio, un extrovertido, seguro y alegre se conectará a su contexto académico y estará listo para aprender y disfrutar la experiencia. Para generar nuevos aprendizajes nada mejor que la calma y esta se da al sentirse protegido y en un ambiente de respeto.
Si el niño y el joven se siente atacado o humillado, no podrá aprender, por eso los profesores deben tener la capacidad de acercarse a cada uno de ellos y verlos no como un todo sino de manera individual, y así acompañarlos.
Por todo ello, es básico generar la conexión entre maestros y estudiantes, creando un clima de empatía, de confianza y respeto mutuo, que ayude a generar nuevos aprendizajes en un clima emocionalmente estable, en un ambiente de colaboración y de tolerancia, donde se debe velar por cuidar la autoestima de sus estudiantes. Los niños y jóvenes necesitan aulas dinámicas y emocionalmente estables para generar un espacio de armonía donde puedan aprender.
Sin esa seguridad emocional, los estudiantes no se sentirán capaces de participar con libertad, dar sus opiniones, contar sus experiencias, oportunidades tan ricas para generar aprendizaje en las aulas y desde cualquier plataforma. Se reprimirán hasta de levantar la mano para opinar por miedo al ridículo o a cometer errores. Esto los limitará para poder explotar toda su creatividad.
Los estudiantes valoran mucho el área emocional de sus maestros, porque eso es lo que les transmiten. Entonces un maestro que no se siente bien consigo mismo, no tendrá nada que transmitir, por eso el trabajo empieza primero por él; cuando se sienta estable emocionalmente, tendrá toda la calma para trabajar y conectarse.
En el pasado, el docente con su sola presencia imponía autoridad, hoy en el actual contexto eso ya no funciona. Deben conocer las realidades tan diversas de cada uno de sus estudiantes y así ganarse su respeto a través de su capacidad, su coherencia y conexión con ellos.
De no considerar esto, los maestros podrán enseñar mucho, pero eso no respaldará que los alumnos aprendan, porque solo un lugar seguro y emocionalmente estable, les permitirá aprender y disfrutar a la vez.

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