Carlos Timaná Kure
Director del Centro de Gobierno de la Universidad Católica San Pablo
Estamos a horas de conocer el nombre del próximo presidente de EE.UU., en una de las campañas más peculiares en la historia de la democracia más vieja del mundo, caracterizada por la polarización y la violencia.
Kamala Harris llega sin algunos apoyos fundamentales que antes tuvo el Partido Demócrata, como el del periódico The Washington Post que, por primera vez en 34 años, no apoyó a alguna de las dos candidaturas presidenciales. La razón es, en buena medida, el tratamiento informativo que los medios convencionales le han dado a la campaña, acallando cualquier controversia que pudiese dañar a Kamala, lo que ha asqueado a Jeff Bezos, dueño del diario y presidente ejecutivo de Amazon.
El Partido Demócrata solía atraer hacia sí el apoyo de los sindicatos, pero esta vez el Teamster, uno de los gremios más grandes de camioneros, descartó apoyar a Kamala.
La candidatura demócrata tuvo serias dificultades para articular una estrategia que aglutine a sus bases que se encuentran partidas. Primero, la posición sobre Palestina, el esposo de Kamala es judío; luego, el tema de la inmigración ilegal, que no era mal vista por los demócratas; después, el apoyo al fracking, que causa roncha en los ambientalistas y que Kamala ha salido a apoyar debido a que se ha convertido en la principal actividad económica en un estado clave como Pensilvania.
Por otro lado, Trump, con su discurso pendenciero y lleno de medias verdades, cometió el error de invitar a un humorista a un mitin donde habló mal de Puerto Rico, lo que ha sido utilizado por sus contrincantes para tratar de arrebatarle el voto latino.
Todo indica que el destino del país del norte se definirá por pocos votos, así también el rumbo que en el corto plazo tomará el planeta.