Carta del papa Francisco

Monseñor Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa

Consternado por los descubrimientos de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por sacerdotes y personas consagradas, en contra de menores y adultos vulnerables, el papa Francisco ha escrito una Carta al pueblo de Dios.

Si bien, como dice el papa, la mayoría de los casos se refieren a décadas pasadas, el daño causado en la carne de las víctimas y las heridas infligidas en su espíritu nunca prescriben; por eso, “nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado”.

Como comunidad eclesial, sigue diciendo Francisco, debemos “asumir el dolor de nuestros hermanos”, ser solidarios con ellos tendiéndoles la mano para rescatarlos de su sufrimiento y ayudarlos a denunciar el mal padecido. Al mismo tiempo, hemos de “luchar contra todo tipo de corrupción, especialmente la espiritual” y generar los medios para evitar que esos crímenes se vuelvan a cometer o encubrir.

Jesús dijo que el Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró trigo en su campo y que, mientras dormía, un enemigo sembró cizaña, de modo que en el mismo campo crecieron el trigo y la cizaña.

Esta parábola se aplica muy bien a la Iglesia de todos los tiempos. En ella siempre ha habido y habrá buenos cristianos, nunca faltarán grandes santos, pero también habrá gente mala, corruptos que harán mucho daño y que con no poca frecuencia será difícil ubicarlos y ponerlos al descubierto.

A algo así se habrá referido el papa Benedicto XVI cuando, siendo todavía cardenal, dijo públicamente: “¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a Él [a Dios]!… No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos”.

La corrupción existe también en miembros de la Iglesia. Por eso, es fundamental que los cristianos tengamos siempre presente que el demonio no cesa en su afán de corromper y destruir a la humanidad con el pecado. Acojamos la llamada que en estos días nos ha hecho el papa Francisco a ejercitarnos en la oración y el ayuno para vencer al demonio que está haciendo tanto daño a la Iglesia y a la humanidad.

No nos cansemos de luchar contra el mal, ni nos desalentemos ante los pecados y delitos de quienes deberían guiarnos por el camino del bien. Por el contrario, tengamos “fijos nuestros ojos en Jesús, caudillo y consumador de la fe”, quien dijo al primer papa: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará”.

 

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