Banalización del sexo y violencia contra la mujer

Monseñor Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa

Hemos sido testigos, una vez más, del laberinto que algunas personas le han creado al Cardenal Cipriani, Arzobispo de Lima y Primado de la Iglesia Católica en el Perú, por una frase que dijo en su programa “Diálogo de Fe”. Frase que el mismo Cardenal ha calificado como “totalmente desafortunada y equivocada”, pero que, además, ha sido sacada del contexto en que la dijo y, de esa manera, se ha querido transmitir algo totalmente contrario a lo que el mismo Cardenal sostuvo en ese programa radial y sobre lo cual se ha pronunciado muchas veces.

Quienes escucharon el programa saben que el Cardenal Cipriani estaba hablando contra el abuso y el maltrato a las mujeres y a favor de recuperar el respeto hacia ellas. En ese contexto mencionó a “esos medios de comunicación que constantemente difunden violencia contra la mujer y ese abuso del cuerpo como atracción carnal” y los invocó a no utilizar la atracción sexual como un producto comercial.

Hizo referencia también a la existencia de “una campaña para dañar la dignidad de la mujer en su ser mujer y en su ser madre”, aludiendo a la ideología de género que el mismo Papa Francisco la semana pasada ha calificado, una vez más, como un instrumento de colonización ideológica que está haciendo mucho daño a América Latina porque transmite una visión del hombre, varón o mujer, totalmente ajena a la realidad.

No parecería casual que quienes han armado el laberinto al Cardenal, acusándolo de justificar las violaciones a las mujeres, sean personas que están a favor de esa ideología que, entre otras cosas, promueve el sexo libre, el aborto y el denominado matrimonio entre homosexuales. Sería de desear, sin embargo, que en lugar de valerse de una expresión imperfecta del Cardenal, esas personas se pregunten si existe una relación entre la banalización del sexo y la violencia contra la mujer.

No resulta improbable que un estudio estadístico pueda demostrar que en la medida que se difunde la concepción del cuerpo como mero objeto de placer, las violaciones vayan en aumento. Con esto no pretendo, en absoluto, justificar las violaciones. Toda violencia, sea física, psicológica o sexual, merece nuestro total rechazo y condena.

Lo que quiero decir es que resulta urgente recuperar la verdad sobre el cuerpo humano. Y esta verdad consiste en que las personas no tenemos un cuerpo sino que somos cuerpo y alma. Nuestra identidad, nuestro ser personal está plasmado en nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro espíritu. En la medida en que seamos conscientes de esto, lo seremos también de que el cuerpo, propio o ajeno, merece todo nuestro respeto y el respeto de los demás.

Por el contrario, en la medida en que se promueve una visión sexocéntrica del hombre, se exacerba la genitalidad en las relaciones interpersonales y se desprecia el pudor, la consecuencia natural es que, ante tantos estímulos, los impulsos sexuales que existen en todo ser humano sean cada vez menos controlables y puedan incluso tornarse agresivos.

En síntesis, está en nuestras manos, empezando por la educación sexual que los padres deben brindar a sus hijos en el hogar, restaurar una cultura de la vida, del amor y del respeto a ese cuerpo que Dios nos ha dado para que sea templo del Espíritu Santo y que, por eso, hemos de cuidarlo mutuamente, llevarlo y vestirlo con el apropiado decoro.

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