Arequipeños orgullosos de su pasado… ¿y de su presente también?

Fernando Mendoza Banda
Abogado y docente UCSP

Tal vez parezca poco oportuno el título escogido por las actuales circunstancias que nuevamente le tocan vivir a Arequipa. Aspiro, sin embargo, a que no se desanime, amable lector, ni me malentienda.

Quiero presentarle un dato tomado de alguien que no era arequipeño. Pedro Planas, periodista limeño, lamentablemente fallecido a temprana edad, en su libro La descentralización en el Perú republicano (1821–1998) —tomando en su explicación a don Eusebio Quiroz Paz Soldán— describe cómo el 17 de marzo de 1836, Arequipa proclama su separación del Perú y se constituye en un estado libre e independiente. Pero, ojo, Arequipa no estuvo sola, sumó a Puno, Cusco y Ayacucho. Entiéndase además que nuestra ciudad, en esa época, incluía Moquegua, Tacna y Tarapacá.

Ya en ese entonces era evidente que Arequipa, siendo el centro, no podía dejar de estar unida de alguna manera a otros territorios. Hoy, las cosas no han cambiado mucho. Y a la necesidad de integración se le debe sumar el que Arequipa ejerce atracción en todo el sur peruano, ya sea por su desarrollo o por el puro gusto de vivir aquí.

Hagamos un ejercicio imaginario: retiremos por un instante de la memoria histórica el legado de quienes construyeron esta ciudad en la Colonia y en la República. ¿Qué de bueno le hemos dejado a Arequipa quienes hemos vivido en ella todo el siglo XX y los inicios del siglo XXI? Siento que nada o casi nada.

Lo anterior nos llena de orgullo, ciertamente. Pero no debemos perder la conciencia de que el privilegio de haber nacido en Arequipa resulta indiferente ante una realidad mayor que nos obliga —a los nacidos aquí y a los que no— a preguntarnos ¿qué hemos hecho las últimas generaciones por nuestra tierra?

Hagamos un ejercicio imaginario: retiremos por un instante de la memoria histórica el legado de quienes construyeron esta ciudad en la Colonia y en la República. ¿Qué de bueno le hemos dejado a Arequipa quienes hemos vivido en ella todo el siglo XX y los inicios del siglo XXI? Siento que nada o casi nada.

Generalmente, hablamos de lo que fuimos como ciudad, de lo que éramos como entorno. Y tras esas frases que inflan el pecho de cualquiera, en realidad, solo encontramos orgullo por lo que otros hicieron. Es obligación nuestra tomar conciencia. No basta con cantar el hermoso himno: “Entonemos un himno de gloria a la blanca y heroica ciudad…”.

Soy abogado y cuestiono mucho la frase “Arequipa, capital jurídica del Perú”. ¿Lo fue o lo es? Creo que todos los abogados de esta ciudad estamos en deuda con esa herencia.

Finalmente, si alguna herencia queremos dejar, hoy más que nunca, los que vivimos en Arequipa debemos procurar que se haga efectiva la descentralización, y en especial la descentralización del poder. Concentrar el poder en Lima —la provincia capital— es quizás el peor de los males del país.

Siempre me hice la siguiente pregunta: ¿cuántos son los congresistas que no son de la provincia capital? De ciento treinta, ochenta y seis representan a otras provincias. Entonces, ¿por qué no legislan en favor de la descentralización? Son la mayoría, claro, algunos no vuelven y se afincan en Lima, y los entiendo, cualquiera quisiera estar en un lugar con más desarrollo.

Pero la ciudad de Arequipa, como tal, también ejerce un centralismo respecto de las otras siete provincias. Corresponde a todos los que la habitamos honrarla con nuestro comportamiento cívico, nuestro trabajo y nuestro estudio.

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