Alégrense y regocíjense

Monseñor Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa

Con el título Gaudete et exsultate (Alégrense y regocíjense), el papa Francisco ha publicado una nueva exhortación apostólica, a través de la cual desea hacer resonar en la Iglesia la llamada a la santidad en el contexto actual, recordándonos que todos los bautizados estamos llamados a ser santos. De hecho, existen por todas partes cristianos en los que la santidad se va encarnando a medida que se dejan guiar por la gracia de Dios en su vida cotidiana.

Francisco nos recuerda que la santidad no se alcanza por el mero conocimiento de la doctrina católica, ni mucho menos por el solo esfuerzo humano. La santidad es un don de Dios, una obra que el Espíritu Santo realiza en aquellos que acogen ese don con humildad y responden a él haciendo posible que la gracia transforme su corazón, ilumine su mente, guíe y potencie sus fuerzas para obrar el bien movidos por el amor.

En síntesis, la santidad es un fruto del Espíritu Santo que, abriéndonos al amor misericordioso de Dios, nos capacita para amarlo a Él sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

Este amor se realiza en obras concretas, entre las cuales destacan el combate espiritual contra el pecado y la entrega de uno mismo a favor de los demás. El amor entre los esposos, la dedicación a los hijos, el cuidado a los ancianos y los enfermos, la defensa de la vida en todas sus etapas, el cuidado del medio ambiente, la contribución al bien de la sociedad, la paciencia en el sufrimiento y la humildad son algunos medios para avanzar en el camino de la santidad.

Ahora bien, la Iglesia no es una ONG que hace filantropía. La filantropía no es mala, pero la caridad cristiana es algo distinto y mayor, pues brota de la intimidad con el Señor; se alimenta de la oración, los sacramentos y la vida en el seno de la comunidad eclesial; y desemboca en el anuncio del Evangelio.

La vida cristiana es un combate permanente contra nuestra propia debilidad, la mundanidad y las tentaciones del demonio, por eso Francisco concluye su documento exhortándonos a estar vigilantes para no caer en la corrupción espiritual, así como a confiar en la ayuda de Dios y pedirle a Él que nos dé discernimiento para conocer su voluntad y fortaleza para obedecerle. Les recomiendo leer el documento entero, que se puede encontrar por Internet o en cualquiera de las librerías católicas de la ciudad.

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