Cerro Baúl, aventura y cultura en un solo camino

El complejo arqueológico tiene vestigios de tres culturas preincas. Además, tiene miradores naturales hacia los valles moqueguanos.

El cerro Baúl está ubicado en el distrito de Torata, en la provincia de Mariscal Nieto.

Texto y fotos: Liz Ferrer Rivera

Son las 6:28 de la tarde y el sol está a punto de ocultarse en el horizonte, mientras aún ilumina los muros preincas en la cima del cerro Baúl. Desde aquí la vista es casi celestial. Los valles, las nubes y la historia se mezclan en una imagen de serena calma y a la vez inolvidable.

Este cerro es el orgullo de la región Moquegua, por su geografía, sus vistas y los restos de culturas ancestrales que custodia. Debe su nombre al parecido que tiene con un baúl y para ver su tesoro hay que adentrarse en él, así que junto a un grupo de amigos decidimos hacerlo. El primer paso fue viajar desde Tacna hasta la ciudad de Moquegua. Dos horas y media y 20 soles nos costó el pasaje en bus. Llegamos pasadas las 2 de la tarde, nos instalamos en un hotel y decidimos comer para recargar energía. Alrededor de las 3:30 p.m. estábamos listos.

Por un momento dudamos en ir. Nos advirtieron que la subida al cerro puede tardar hora y media o hasta dos horas si nuestro físico no andaba en buenas condiciones  En el grupo iba Emmanuel, una persona ciega de 42 años; Sandy, una comunicadora de campo y oficina; y yo, una periodista de 37 años.

Escalera al cielo. Los turistas pueden hacer la ruta de subida y bajada en dos horas a buen paso, pero si requieren descanso, pueden demorar hasta tres horas.

El camino

Finalmente, partimos a las 4 p.m. hacia al estadio 25 de Noviembre, donde se toman las minivanes y autos que van hacia el distrito de Torata. Las primeras cobran 3 soles hasta el pie del cerro y los autos 8 soles (es el costo de la carrera completa).

El recorrido dura media hora hasta el punto de inicio, a los 15 primeros minutos ya es posible ver el Baúl desde lejos. Al observar el óvalo El Toro (llamado así por la figura de toro que hay ahí), sabes que has llegado.

Fuera del cerro hay una oficina de la Municipalidad Provincial de Mariscal Nieto que está cerrada temporalmente y en ella se ubica la puerta de ingreso al camino. Optamos por ingresar rodeando la oficina, por un canal seco.

Superado el obstáculo, empezamos la caminata a las 5:17 de la tarde. El primer tramo consta de unas escaleras de piedra construidas por la municipalidad, el camino está señalizado y es amplio.

Conforme vas subiendo, hay menos escaleras y se abre espacio un camino de tierra. En la ruta de subida hay 4 miradores, en algunos de ellos encuentras ofrendas a la tierra que dejan los visitantes como un símbolo de respeto al cerro.

A mitad de la travesía, las formaciones rocosas se van haciendo más angostas y empinadas. Empiezan también las escaleras metálicas. Para guiar a Emmanuel, nos turnamos entre Sandy y yo. En este tipo de trayectos, las personas invidentes tocan uno de tus hombros y van detrás.

El atardecer desde la cima del Baúl.

Culturas

En la ruta se pueden observar los restos de muros preincas. De acuerdo a los estudios, el cerro Baúl albergó a tres culturas preincas: wari, tiwanaku y estuquiñas. Las dos primeras habrían convivido ahí, alrededor de 700 a 800 años d.C.

Prueba de esa coexistencia es el templo Pichu Pichu construido en la cima, un complejo ceremonial cuyo patio tiene más de 60 metros de largo. Sus bases aún están ahí recordando a nuestros antepasados.

Otro templo en la cima es el Arundane de los tiwanakus. Según las investigaciones, ahí se hallaron restos humanos desmembrados. Toda la infraestructura está señalizada y bien conservada.

La cultura estuquiña (1200 a 1475 d.C) fue un grupo local que surgió tras la caída de los tiwanakus. Criaban cuyes, hacían entierros subterráneos, cerámicas sencillas y textilería con fibra de camélidos. Fueron conquistados por los incas.

Los pobladores dejan pequeñas ofrendas como símbolo de respeto al cerro.

Naturaleza

Mi grupo llegó a la cima a las 6:28 de la tarde. No pudimos recorrer con detenimiento todas las construcciones porque debíamos prever el tiempo que nos tomaría el retorno. Por lo menos se necesita una hora para hacerlo.

Eso sí, disfrutamos del paisaje. Hay tres miradores: Yacango, Torata y Tumilaca, que permiten observar los diferentes valles. El descenso fue más duro que la subida, por la escaza luz del día y las zonas empinadas. Por fortuna la luna llena y las linternas fueron de gran ayuda.

Llegar a la cima del cerro Baúl es una aventura posible. No requiere de una gran inversión de dinero y puede hacerse en grupo o de forma solitaria. El camino es seguro y aunque el descenso puede ser dificultoso, con paciencia y buena luz es posible lograr el cometido.

Para retornar a la ciudad se cuenta con las minivanes que vuelven de Yacango o los buses que van a Puno. Pero estas sólo pasan hasta las 7 de la noche, después de esa hora se puede esperar alguna movilidad particular que vaya vacía.

En la carretera hay un puesto policial y un grifo, también señal telefónica abajo y arriba del cerro. Eso sí, la señal de internet puede variar de acuerdo al operador.

EL DATO

El cerro Baúl está a 2600 metros sobre el nivel del mar. Aún en verano, después de las 6 p.m., se necesita un abrazo ligero o, para los friolentos, una casaca.

Durante todo el camino se encuentra señalética que pide a los visitantes no dejar restos de comida o bebida. La limpieza de la ruta refleja el mantenimiento que se le brinda a la zona.

El templo Pichu Pichu.
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