Juan Pablo Olivares
A sus 52 años, la hermana Lucila Cabana Apaza ha dedicado más de quince años de su vida al cuidado de los más olvidados. Junto a un grupo de personas, atiende actualmente a 23 adultos mayores en la Casa Hogar San Vicente de Paúl, un albergue que acoge a ancianos de la calle sin familia ni redes de apoyo, muchos de ellos rechazados, marginados y maltratados durante gran parte de su vida.
Más que un albergue, un lugar para sanar
Lucila es la directora del hogar. Ella recuerda que los ancianos llegaron en condiciones críticas, no solo físicas sino también emocionales. “Arrastran historias de abandono, abuso e indiferencia”, señala. Por ello, la misión de San Vicente de Paúl va más allá de brindar un techo: busca ofrecer un cuidado integral, calidad de vida y, sobre todo, dignidad humana.
El hogar es gestionado por Solidaridad en Marcha (SEM), una institución sin fines de lucro que se sostiene gracias a donaciones. A diferencia de otros centros con mayores recursos, en San Vicente de Paúl el cuidado se fundamenta en valores esenciales como el servicio, la paciencia y el amor.
“El trabajo es especialmente delicado y de enorme responsabilidad, porque muchos no conocieron el afecto ni la atención durante toda su vida”, sostiene Cabana.
Historias marcadas por el abandono
La casa hogar tiene una historia marcada por la transformación. En sus inicios, albergó a las llamadas “mujeres vergonzantes”, féminas señaladas y rechazadas por la sociedad.
Desde que Solidaridad en Marcha asumió la gestión, el lugar redefinió su misión y abrió sus puertas a ancianos y ancianas en situación de abandono.
En esta institución los adultos mayores reciben atención médica, apoyo psicológico y acompañamiento espiritual. Según Lucila, en la vejez resurgen con fuerza los recuerdos del sufrimiento vivido: los abusos, la soledad y la indiferencia que enfrentaron durante años.
Ella no cree en las casualidades. Está convencida de que su labor responde a un propósito divino. “Dios me puso aquí para cuidar de ellos”, afirma. Sin embargo, con voz quebrada confiesa que lo que más le duele es “la indiferencia y la crueldad de quienes abusan de los más indefensos”.
IMPORTANTE
Cualquier ayuda se puede canalizar a través del número de celular 958 749 471 o acudiendo a la casa hogar ubicada en el pasaje Santa Rosa 207-A, en el Cercado de Arequipa.
Una vocación que no conoce descanso
De acuerdo con la hermana Lucila, quienes cuidan a los ancianos deben tener, ante todo, vocación de servicio, sensibilidad, paciencia y comprensión, para que los adultos mayores se sientan amados, acompañados y vuelvan a experimentar el calor de una familia. El objetivo que tienen es que los ancianos puedan reencontrarse con Dios, luego de una vida marcada por el dolor.
Incansable, Lucila se encarga de todo: realiza trámites para la atención hospitalaria, gestiona los medicamentos, busca el abastecimiento de alimentos y supervisa cada detalle del hogar. Su entrega parece no agotarse.
Una labor que necesita apoyo
Actualmente, la Casa Hogar San Vicente de Paúl acoge a 23 adultos mayores, todos mayores de 75 años. Aunque el deseo es recibir a más personas, las limitaciones económicas lo impiden.
Se requiere más personal, artículos de higiene, pañales y medicamentos, ya que muchos padecen de diversas enfermedades. Además, cada anciano demanda un presupuesto mensual superior a S/ 1000, por ello, la falta de recursos es el principal obstáculo para ampliar la atención.
EL DATO
La Orquesta Filarmónica Juvenil y el Coro Polifónico de la Universidad Católica San Pablo (UCSP) ofrecieron el Concierto de Navidad, evento donde los asistentes llevaron donativos para apoyar a la Casa Hogar San Vicente de Paúl.
