Una labor entre la vida y la muerte

Un médico intensivista, nos cuenta su lucha diaria para enfrentar la pandemia y arrancarle un aliento de esperanza a sus pacientes

La Medicina Intensiva, es la especialidad dedicada a la atención de pacientes graves o de alto riesgo.

Los especialistas de UCI realizan muchos sacrificios, todo para brindar la mejor atención y salvar a más personas.

Juan Pablo Olivares

Fernando Quevedo Fernández, es un médico intensivista. Lo conocí cuando visitó a mis familiares que padecían COVID-19, hace más de dos meses. Aquella vez, a Fernando no se le podía ver el rostro. Una máscara con sello hermético que llevaba puesta como parte de su protección personal —y que suelen causar lesiones en la piel—, hacía difícil verlo a los ojos y solo podía reconocer su voz, cada vez que me explicaba el diagnóstico de los pacientes.

Tiempo después, lo vi de nuevo. Esta vez, para que me cuente su lucha incansable contra el COVID-19, como médico de primera línea. Quevedo Fernández, forma parte del equipo médico que lucha todos los días contra la pandemia en el hospital Carlos Alberto Seguín Escobedo de EsSalud.

Estadísticas alarmantes

Desde que empezó la pandemia, la situación en los hospitales es crítica. No hay día en que las 36 camas de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del nosocomio, estén libres. Además, sostiene que hay déficit de personal médico especializado.

“Tuvimos que pedir apoyo de otras especialidades afines como Anestesiología. No somos muchos especialistas; aproximadamente 25 intensivistas y 10 de otras especialidades. Esta es una cantidad muy baja para el número de pacientes que atendemos”, asegura.

Quevedo, no lleva la cuenta del número de personas que atendió desde el inicio de la pandemia, pero asegura que es una gran cantidad. Dice que el porcentaje de pacientes que se recupera es positivo, pero el problema es que el número de camas UCI que tienen los hospitales de la ciudad y el país (alrededor de 1 400) son insuficientes para la gran demanda de enfermos. “La mortalidad de pacientes en UCI es alta, casi 30% a 40%.”, sostiene.

Heroica lucha

El día para Quevedo Fernández (34), uno de los médicos más jóvenes del hospital Carlos Seguín Escobedo, arranca muy temprano. Tiene que cumplir un protocolo especial por el alto riesgo de contagio que tiene al estar en contacto con pacientes críticos.

Luego ingresa al área de UCI (estrictamente aislada) para examinar a los pacientes. Junto a sus colegas, elaboran un plan de trabajo para lograr —o al menos intentar— la recuperación del paciente infectado con COVID-19. Después informa el diagnóstico a los familiares de los pacientes vía telefónica.

Sin embargo, realizar esto cada día, demanda un fuerte desgaste físico y emocional, por el mismo hecho que el tipo de protección personal que tienen, hace que el cansancio sea mayor. “Es un sacrificio grande, pero se hace con la esperanza de ayudar en su recuperación a los pacientes; al conseguir ello, hay un grado de satisfacción”, dice.

Ver a muchos pacientes regresar a casa, luego de haber superado la enfermedad, es siempre para Quevedo, algo que le devuelve la moral y le recuerda por qué escogió esta profesión. Lo triste es enfrentar la otra cara, que le recuerda a los que no ganaron la batalla contra el virus chino.

“Durante la especialidad, nos preparamos para dar un informe enfocado en un paciente grave, lo difícil es ponerse en el lugar de la familia y entender que ellos están afectados emocionalmente, y tratar de apoyarlos y darles ánimo, a pesar de la situación real y crítica del paciente. Ese es el gran reto”, confiesa.

Equilibrio y decisión

El médico cuenta que nunca se ha quebrado ante la gravedad de un paciente o el dolor de sus familiares. Aunque es consciente que ha visto morir a una gran cantidad de personas desde que inició la pandemia.

Para él, es importante mantener el equilibrio y no dejarse llevar por el lado emocional porque podría tomar decisiones equivocadas.

“Es parte del trabajo diario, es difícil mantener el equilibrio, pero nos formamos para eso, estamos entrenados para afrontar situaciones difíciles y entender emociones o reacciones diversas de los familiares ante la pérdida de uno de sus miembros”, puntualiza.

En circunstancias extremas (como las que soporta el país por la pandemia), los médicos que están en primera línea, requieren de estrategias y planificación para afrontar la enfermedad y para el especialista, es importante la concentración, compartir experiencias y consejos con los colegas, intentar hacer amena la jornada diaria. Apoyarse en la familia, también ayuda.

“Mi familia se acostumbra y adapta a mi trabajo. Saben el protocolo que tenemos que realizar y mantienen perfectamente el aislamiento social y se protegen. El estar poco tiempo con los míos, es quizás la parte más difícil de todo esto”, reconoce.

Cuestión de tiempo

Quevedo, sostiene que en el Perú, no hay un perfil para esta especialidad. Los médicos pueden postular libremente, siempre y cuando obtengan el puntaje necesario. Según explica, en esta especialidad los conocimientos y experiencia se van adquiriendo durante la formación y la práctica. Es fundamental tener un equilibrio.

“Hay que tener carácter, ser una persona muy decidida y serena. No puedes perder la calma en ningún momento, ya que se debe tomar decisiones rápidas y acertadas en una fracción de segundo, no hay más tiempo para actuar en algunas circunstancias”, sentencia.

Así como Fernando Quevedo, otros médicos del hospital Carlos Alberto Seguín Escobedo, conviven día a día entre el dolor de las pérdidas y la alegría por las vidas salvadas. Ha pasado más de un año desde que la pandemia por el COVID-19 llegó al Perú, cambiando la vida de todos y especialmente de estos hombres de la medicina.

Quevedo, luego de cumplir sus horas de guardia, parte a casa. Allí, luego de cumplir los protocolos de rigor, comparte momentos con su familia y trata de disfrutar la vida lejos de la muerte.

IMPORTANTE

Para Fernando Quevedo, el fin de esta pandemia será cuando más del 60% de la población esté vacunada, sin embargo, esta posibilidad es lejana ya que el nivel de vacunación en nuestro país es muy bajo.

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