Una noticia siempre nueva

Diego Arias Padilla
Arzobispo de Arequipa

Una de las noticias que ha ocupado más espacio en los medios de comunicación social en las últimas dos semanas ha estado referida a un hecho antiguo pero siempre nuevo; un hecho ocurrido hace casi dos mil años pero que, pese al tiempo transcurrido, sigue siendo noticia hasta hoy. Me refiero a la muerte y la resurrección de Jesucristo.

Todos los medios han transmitido esta noticia de distintas maneras. Han informado acerca de las celebraciones litúrgicas realizadas en los templos, así como de las escenificaciones realizadas en Arequipa y en el resto del Perú. Han transmitido también reflexiones sobre el acontecimiento que estábamos celebrando. Más de mil millones de personas en todo el mundo hemos participado de las celebraciones de la pasión, la muerte y la resurrección del Señor.

¿Cómo así un evento sucedido hace tantísimo tiempo sigue teniendo resonancia mundial? La respuesta es que se trata de un hecho que cambió para siempre la historia de la humanidad y que la sigue cambiando; porque en Jesucristo muerto y resucitado encontramos el perdón de nuestros pecados y también, cada día y en todo el mundo, millones de personas experimentan su resurrección, es decir, su victoria sobre el pecado y la muerte.

Aquellos, dice san Pablo, que en la fe se adhieren al misterio pascual del Señor, experimentan que el pecado ya no tiene poder sobre ellos y que el desenlace de la vida no es la nada, sino que la muerte física es solamente un paso para alcanzar esa vida en plenitud, que nos ha ganado nuestro Señor Jesucristo.

La característica más propia del tiempo de Pascua es que Jesucristo resucitado se manifiesta de un modo peculiar a sus discípulos. Esto significa que en las próximas semanas Jesús se nos puede manifestar a través de un acontecimiento inesperado o, tal vez, inspirándonos algo en el corazón o estirándonos la mano de alguien necesitado. Nosotros, por nuestra parte, podemos reconocer a Dios en esas manifestaciones, y haciendo uso de nuestra libertad podemos acogerlo o rechazarlo.

Por eso, desde esta columna pido al Señor que nos conceda el estar atentos a sus manifestaciones y que acojamos su amor en nuestra vida. Si lo hacemos, seremos testigos de que ese hecho ocurrido hace dos mil años sigue hoy transformando la historia de la humanidad porque transforma la vida de las personas. Entonces entenderemos por qué se trata de una noticia antigua, pero siempre nueva.

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