Un baipás más, ¡qué importa!

Renato Sumaria Del Campo
Director del quincenario Encuentro

El reclamo ciudadano acaba de frenar la inauguración del intercambio vial Dolores–Los Incas, una obra con serias deficiencias técnicas que la gestión de Alfredo Zegarra pretendía entregar a la ciudad en estos días.

El baipás tiene, entre otros, los siguientes problemas: el ingreso y la salida del zanjón son demasiado empinados, lo que convierte a la vía en una especie de montaña rusa urbana; además, la salida a la avenida de la Salud no se conecta con el intercambio vial de Alcides Carrión. Finalmente, la vía alterna que usan los autos que ingresan al intercambio por la avenida Dolores tiene un peligroso punto ciego que pone en riesgo la vida de los conductores.

Asimismo, el alcalde intentaba inaugurar la obra sin haberla liquidado ni haber realizado el trámite de recepción. Esto, sépalo bien, amable lector, además de ser una negligencia, es el modus operandi de Zegarra: inaugura obras sin haber revisado que la ejecución de estas coincida con el expediente técnico, no revisa presupuestos, no audita gastos y mucho menos se fija en las medidas de seguridad de aquello que difunde en sus redes sociales como progreso en infraestructura.

La pregunta que surge en mi mente tras este nuevo capítulo de incapacidad edil es la siguiente: ¿hasta cuándo vamos a permitir los arequipeños que las autoridades se burlen de nosotros?

No estoy invocando a la anarquía. Invito a la toma de conciencia sobre el tipo de alcaldes que tenemos: uno peor que el otro. Algo tenemos que hacer para detener esto. Se me ocurre, entonces, que Arequipa es una ciudad abandonada por los mismos arequipeños y sus instituciones. La indignación tiene respuestas formalistas y poco efectivas: hemos sobreproducido agendas, acuerdos, congresos, compromisos y diagnósticos que, con todo respeto a la buena intención de sus promotores, no han servido para nada.

Si no generamos desde las instituciones representativas de la sociedad civil una presión social organizada, alcaldes como los que tenemos nos seguirán mirando la cara. Así, cabe recordar que el control político ciudadano tiene un arma poderosa: la vacancia.

No sé si estemos a tiempo para generar una ni tampoco si sirva el hacerlo a pocos meses de iniciar un proceso electoral regional. Lo que sé es que una muestra de rigor democrático proveniente de la ciudadanía organizada a través de sus instituciones representativas no le vendría nada mal a tanto irresponsable que llega a los gobiernos locales.

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