Todos son fujimoristas

Renato Sumaria Del Campo
Director Quincenario Encuentro

He preguntado varias veces a varios jóvenes si es que ven los llamados programas de televisión basura. Nadie los ve. He preguntado varias a veces a muchas personas si alguna vez han coimeado a un policía. Nadie lo ha hecho. He preguntado varias veces a varios usuarios de taxi si es que fuera del taxi escuchan esas radios tan exitosas y tan incendiarias. Nadie las oye. Y si nadie ve, nadie coimea y nadie oye, ¿por qué la basura tiene tanto rating, hay tanto policía corrupto y esas espantosas radioemisoras tienen tamaña audiencia?

Lo mismo pasa en política. He preguntado, varias veces a varias personas, si van a votar por Keiko Fujimori. Nadie lo va a hacer. Y si nadie votará por ella, ¿cómo hace para gozar de casi el 50% de preferencia en las encuestas y aventajar por cinco puntos a PPK a una semana de la segunda vuelta?

Tal vez Keiko tenga un voto (muy) escondido en la conciencia de un importante grupo de peruanos a los que les cueste asumir públicamente que están de acuerdo con un gobierno fujimorista que además tendrá 73 congresistas en el Legislativo. Tal vez —y muy a pesar de varios— en realidad el mérito no sea de Keiko sino de su padre, que se ha convertido en una especie de mito en la política peruana y en sectores populares donde las últimas tuberías de agua potable las colocó él en los 90.

Pero el tema no es solo de los electores. También los políticos entran en la danza y a ellos les corresponde la mayor responsabilidad. A estas alturas en el año 2000, todos los partidos estaban alineados en un frente común. Eran otras circunstancias, claro está, pero no deja de llamar la atención el silencio de nuestra clase política ante un muy
probable retorno al poder del fujimorismo que antes combatieron.

Pero son otros tiempos que merecen otras explicaciones. Para seguir con la analogía televisiva, el político peruano de estos días es como el televidente caleta de “Esto es Guerra”: critica en público lo que disfruta en secreto, se divierte con aquello de lo que habla mal frente a todo el mundo. “Odia” al fujimorismo, lo ataca, pero no hace nada para que pierda. Es más, le convendría que gane, disfruta soñando con su triunfo.

Por eso Verónika Mendoza y “las izquierdas” no pasan de la foto en Facebook con rostro adusto y su letrero de “Keiko no va”. Por eso Barnechea y Alan están en cura de silencio, y el PPC “ha dejado en libertad” a su militancia para votar por quien quiera. Ni siquiera Alejandro Toledo ha dicho “esta boca es mía“.

Tal vez en el fondo todos los mencionados quieran un gobierno fujimorista porque esperan ser oposición los próximos cinco años y así construir un futuro político de cara al Bicentenario. Están sentados en butaca, comiendo canchita, viendo cómo PPK es aplastado en las encuestas y atacado en los debates. No irán a la DIROES el 5 de junio, pero no dejarán de festejar a puerta cerrada.

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